Victoria del Liverpool, tan incontestable como necesitada de contexto. Porque es tentador hablar de dominio y paliza del Liverpool, cuando en realidad ni los 'reds' fueron tan apabullantemente superiores, ni los 'blues', tan inferiores.
¿Fue mejor el Liverpool? Sí. ¿Ganó quien más lo merecía? En efecto. ¿Entonces? Pues se trata de una victoria que no se entiende del todo si no se le da el contexto que merece.
Si usted considera que no es así, y que los de Klopp dominaron de cabo a rabo y no dieron opción al Chelsea, denos una oportunidad de explicarnos.
La victoria del Liverpool se cimienta en una serie de acciones muy concretas. Para empezar, la expulsión de Andreas Christensen, al filo del descanso. Eso desbarató los esquemas de Lampard.
Para continuar, la victoria del Liverpool no se entiende sin la inestimable colaboración de un Kepa que volvió a demostrar que te puede hacer una buena parada y, a continuación, regalar un gol al rival.
Y, para terminar, la victoria del Liverpool no se entiende sin las paradas de un Alisson poco exigido, pero que respondió a la perfección en cuando los 'blues' le pusieron a prueba.
Aclarado esto, se entiende mejor que ese dominio total y absoluto del Liverpool apenas tuviera raíces. El balón era de los de Klopp, así como las ocasiones de peligro, pero el Chelsea estuvo muy cerca de tener éxito con su planteamiento.
El problema fue que entre Kepa y Christensen lo echaron todo a perder. El guardameta español ya tuvo un primer atisbo de duda, en el 14', al quedarse a media salida ante Salah, permitiendo que el egipcio sacase un centro que no fue gol precisamente por la intervención bajo palos del danés.
Volvió a dudar al filo del escanso. Y ahí todo se torció. Kepa salió tarde y mal. Zouma estaba a otras cosas y Christensen fue mucho más lento que Mané. El senegalés se quedaba solo ante el portero, y al danés no le quedó otra que agarrarle.
Así hizo. El colegiado le enseñó la amarilla y, tras revisar el VAR, la roja. El Chelsea se quedó con 10 y a Lampard le tocó cambiar de táctica.
Pero el arranque del segundo tiempo fue lo que decidió el partido. Klopp se hizo dueño y señor del partido con la introducción de Thiago, lo que anuló el centro del campo 'blue', y el Liverpool se puso en modo apisonadora.
El Chelsea empezó a recular, hasta que acabó encerrado en su área, y así llegó el 0-1. Firmino para Salah, este de vuelta para el brasileño, centro a la cabeza de Mané y testarazo al palo largo, inalcanzable para Kepa.
El gol fue un duro golpe, pero más duro fue el segundo. Porque Mané, consciente de las dudas que evidenciaba tener el portero rival, fue a apretarle las tuercas a una cesión, lo que provocó su fallo. Y no perdonó, a puerta vacía.
Y pudo haber acabado en paliza, pero contra diez, y ganando 0-2, los 'reds' se relajaron. Como resultado, el Chelsea empezó a llegar de nuevo a las inmediaciones del área de Alisson.
En el 73', en una acción algo controvertida, cayó Timo Werner ante Thiago dentro del área y el árbitro castigó la acción con penalti para el Chelsea. Y aquí entró en juego el tercer factor diferencial del partido, el guardameta brasileño.
Jorginho agarró el balón, pero Alisson, quien parecía haber estudiado bien al lanzador rival, detuvo el penalti. Tuvo en sus botas Jorginho meter a su equipo, aún jugando con uno menos, en el partido, pero se topó con un muro.
Muro que volvió a salvar al Liverpool en otra ocasión, a seis del final, lo que acabó por hacer que las esperanzas del Cheslea se esfumasen.
Eso sí, al César, lo que es del César. En los minutos finales, con los 'blues' ya rendidos, fue Kepa, con dos paradas de mérito, quien evitó que esto fuera una paliza y se pudiese mirar desde otro prisma el encuentro.
Sigue invicto el Liverpool, mientras que el Chelsea demostró que, pese a los brotes verdes, tiene mucho trabajo por delante. Su delantera asusta, su centro del campo es sólido, pero su defensa y portero dejan mucho que desear.