Es lo que ocurre cuando enfrente se tiene a un rival que chorrea calidad y gol. Al conjunto 'culé' le sobra la pegada que está echando de menos el Rayo a lo largo de la temporada. Si es por fútbol, se puede decir sin dudar que los de Míchel no merecen estar donde están en la tabla.
Pasa que el fútbol premia el gol y no lo que sucede antes, por muy bonito, atractivo o meritorio que sea. El Barça ofreció su versión guadianesca en Vallecas, pero en sus filas cuenta con el matador del momento, Luis Suárez, y Ousmane Dembélé. El Rayo lo buscó, lo soñó y casi lo consiguió. El Barça, en un pimpampum, facturó los tres puntos rumbo al Camp Nou.
Dembélé va por la vida dando la impresión de no enterarse mucho de lo que sucede a su alrededor. Y su juego refleja perfectamente su aparente personalidad: se desconecta con facilidad, se diluye, da la apariencia de no encajar en el engranaje 'culé'. Pero Dembélé no costó más de 100 millones por capricho. Tiene el pie, el físico, la capacidad, el potencial. Es tan bueno que ni él mismo sabe si le da mejor con la izquierda o la derecha. El balón que cazó al vuelo (con el pie zurdo en esta ocasión) tras cesión de cabeza de Piqué con el partido muriendo vale ligas.
Así se puede catalogar el triunfo del Barcelona, de esos que valen ligas, uno de esos partidos que hacen colchón en la pelea por el título. La Liga premia la regularidad y, a día de hoy, no lo hay más regular que el Barça, aunque por momentos se desentienda del partido y el juego. Los azulgranas llegaron a tiempo antes del pitido final de Hernández Hernández.
Control 'culé', arrebato del Rayo
Se hace difícil entender la necesidad de un arrebato para ganar cuando tenía el Barça el partido perfectamente controlado. Los primeros 20 minutos del conjunto de Ernesto Valverde son de escuela. Balón cosido al pie, midiendo los riesgos, descubriendo las grietas. Una de estas la encontró Jordi Alba, que galopó por la banda, recibió el servicio de Rakitic y se la puso a un Suárez que no falló.
Con el delantero rejuvenecido y un Rayo algo medioso, sólo el Barcelona campaba a sus anchas por Vallecas. El Rayo no existía, pero el sopapo de Suárez despertó al equipo de Míchel.
No contaba el Barça con el ardor de Raúl de Tomás, Embarba, Pozo y compañía. El ímpetu del Rayo descubrió las costuras azulgranas, otra vez sufriendo estando por delante, cuando el gol de Suárez le había puesto una alfombra roja al triunfo. En situaciones de empuje rival, Arthur y Busquets se ven frecuentemente solos. Coutinho volvió a ser un espectro.
A la tercera, ya lo dice la frase popular, fue la vencida. De Tomás y Pozo no estuvieron finos en sus primeras ocasiones, sí Pozo en el balón que no logró despejar bien Lenglet. El malagueño, con el interior, la puso junto a la cepa del poste izquierdo. No pudo llegar Ter Stegen.
Respondió Suárez con un balón al poste, pero ya hasta el final el Barcelona jugó a ráfagas, con desidia. El corazón lo ponía el Rayo, que no marcó antes porque Ter Stegen sacó una mano milagrosa a Embarba. Para pequeño milagro la remontada temporal del Rayo: se lanzó De Tomás al primer palo como una locomotora, se topó con el palo y Álvaro, en el segundo palo, rescató el rebote.
Dembélé, al rescate
Respondió Valverde metiendo a su hombre con más gol, Dembélé. El francés se limitó a meter balones a la olla y una jugada tan básica sirvió para que el Rayo dudara. De las dudas nacen las derrotas. Con Dembélé centrando y Piqué haciendo de centinela, llegó el empate.
Del empate en el 87' al gol de la remontada rozando el 90'. Suárez, sin marca, aprovechando que todos miraban a Piqué, remató un servicio de Sergi Roberto al segundo palo. A los buenos no se les puede dejar un segundo solos, que te la lían.