La gran imagen de la Real ante el Valencia se podría personificar en cualquiera de los once que estuvieron sobre el césped, desde Moyá, que aguantó al equipo bajo los palos, hasta Oyarzabal, que materializó el esfuerzo del equipo con su gol sobre la bocina.
Sin embargo, el más destacado entre los de Imanol fue Martin Odegaard, el director de la orquesta. El noruego dio un auténtico recital sobre el césped, siendo clave y valiente en la salida de balón. Además, fue un apoyo constante hacia sus delanteros y formó una férrea medular con Merino e Illarra.
Hacía tiempo que la Real no tenía ese mediapunta especial, con duende cuando pisaba la pelota y autoridad para ofrecerse de banda a banda. Desde la marcha de Canales y la retirada de Xabi Prieto, no se veía a un futbolista tan peligroso en el último pase.
Además de dar resultados sobre el césped, Odegaard se está adaptando a la perfección en San Sebastián, donde continúa con sus clases de español y entrenando al máximo para seguir entrando en los planes del técnico donostiarra.