En sus primeros días como valencianista, Marcelino repitió varias veces que quería una plantilla corta aderezada con gente de la casa. Chicos formados en Paterna y con ganas de demostrar su valía en Primera.
Pues bien, la cantera se consagró en un escenario tan complejo como el Bernabéu. Lato y Gayá fueron un incordio constante para Carvajal; mientras que Carlos Soler puso de manifiesto su gran calidad e incluso anotó un tanto.
Para el segundo acto, Marcelino reservó a Nacho Gil y Nacho Vidal, a los que no les pesó tener enfrente a un Madrid con el colmillo afilado. Paterna funciona y el valencianismo lo celebra.