Hay una doble lectura con Gareth Bale. Se le exige mucho, porque se pierde en muchos partidos o le merman las lesiones; pero también tiene el don de aparecer en momentos claves. Y lo volvió a conseguir.
El partido pudo haber comenzado con un susto tremendo si alguno de los jugadores del Kashima incorporados al ataque llega a rematar el saque de esquina botado a los tres minutos. La pelota se paseó, con Courtois mirando, y no hubo que lamentar nada más.
Esa acción no fue un reflejo de lo que luego pasaría, porque a los locales les costó bastante trabajo acercarse hasta Courtois más allá de balones largos. En uno de ellos, el belga tuvo que salir de su área pequeña para evitar un tiro cómodo de Doi.
Sin trenzar gran fútbol, el Madrid se hizo claro dominador. Y se sucedieron las llegadas, especialmente por la banda izquierda, con un Bale muy activo y un Benzema que se dejaba caer por ahí. Sin embargo, no había remates claros.
Sí que la tuvo de nuevo el galés en el minuto 27, cuando se quedó solo en el área y, pese a llevársela con problemas, pudo conectar el disparo, si bien el derechazo se marchó fuera. Tenía solo a Benzema.
Otras dos ocasiones de cabeza, en los minutos 32 y 33, pudieron haber desnivelado la balanza antes, pero los testarazos de Sergio Ramos y Benzema se marcharon directamente a un costado.
Hasta que Bale, cuando ya se cantaba el descanso, fue capaz de cristalizar la mayor calidad de los blancos.
19 de diciembre de 2018