¿Por qué no juega Mkhitaryan en Azerbaiyán?

Ha vuelto a ocurrir. El armenio Henrikh Mkhitaryan ha vuelto a dar la espalda a Azerbaiyán. Aunque las autoridades del país sito a orillas del Caspio aseguró que no habría problemas con el futbolista armenio, este ha decidido volver a quedarse en casa.

Una decisión que le ha vuelto a pasar factura, que le ha llevado a ser fuertemente criticado por la prensa azerí una vez más. Porque en Azerbaiyán sienten que no pueden hacer más porque Mkhitaryan se sienta cómodo en su país.

Pero, ¿por qué el jugador del Arsenal se sigue negando, pese a todo, a jugar en Azerbaiyán? La razón la encontramos en las heridas que aún hoy siguen cicatrizando entre Armenia y Azerbaiyán, la región de Nagorno-Karabaj, o Alto Karabaj. O República de Artsaj, para los armenios.

Georgia, Armenia y Azerbaiyán pasaron a formar parte de la Unión Soviética poco después de la instauración de esta, tras su propia independencia del Imperio Ruso una vez triunfó la Revolución.

La cuestión fronteriza podríamos decir que entonces se dejó un poco al margen. A fin de cuentas, formaban parte de un ente superior y nadie sentía la necesidad de presionar por reivindicar un pedazo de tierra.

Ya en los últimos años de la URSS la tensión en la región empezó a ser notable, y con la disolución de esta se convirtió en algo sencillamente insostenible. Porque las fronteras trazadas eran intrincadas, e incluían una serie de enclaves y exclaves que, mezclados con las cuestiones étnicas y religiosas propias del cajón de sastre que es el Cáucaso, no hicieron más que complicar el asunto.

Uno de ellos es la República de Najicheván, un exclave azerí rodeado de territorio armenio por el norte e iraní por el sur (y con una mínima frontera con Turquía al oeste). El otro, el citado Alto Karabaj.

El primero es de mayoría poblacional azerí; el segundo, de mayoría armenia. Y ambos están bajo control de Azerbaiyán. Es decir, tenemos un territorio azerí sin contacto con el grueso del país, y otro armenio bajo control de Bakú. Un cóctel explosivo que no tardó en detonar, con terribles consecuencias.

Entre 1991 y 1994 Armenia y Azerbaiyán se enfrentaron por el Alto Karabaj, aunque el conflicto en sí podría decirse que comenzó en 1988. Bakú no reconoció el referendum de independencia de la República de Artsaj y la guerra estalló. Armenia respaldó a los independentistas.

El conflicto terminó en 1994 con la firma de un alto el fuego que a día de hoy no se ha convertido en un tratado de paz como tal, aunque los contendientes lo han respetado escrupulosamente, salvo en contadas y esporádicas ocasiones.

La Guerra del Alto Karabaj se saldó con unos 5.000 fallecidos del lado armenio, y no menos de 25.000 en el bando azerí. La República de Artsaj obtuvo su independencia 'de facto', pero a día de hoy sigue sin ser reconocida por nadie en la ONU (sólo otras repúblicas con una situación similar la apoyan: Abjasia, Osetia del Sur y Transnistria).

El conflicto causó una profunda herida en la región que, poco a poco, el tiempo va cerrando. Incluso en el panorama futbolístico. El Qarabaj, el equipo al que no quiso enfrentarse Mkhitaryan el pasado mes de octubre, es un club de Agdam, en el Alto Karabaj.

Pero por la inestabilidad política de la zona jugó en Bakú hasta 2009, y desde entonces, salvo en partidos clave, lo hace en Quzanli, a 30 kilómetros de la localidad en que fue fundado en 1951.

Hoy Agdam es una ciudad fantasma, las ruinas de la guerra que asoló la región: con el conflicto a punto de terminar, el ejército armenio la tomó, pues era una de las principales bases azeríes en la región. Nunca se repobló.

 

21 de mayo de 2019

Y pese a que Azerbaiyán ha insistido, por activa y por pasiva, que los ciudadanos de la República de Armenia no tienen vetado el acceso al país, Mkhitaryan ha vuelto a dar la espalda al gobierno de Bakú. Y ya van tres veces, porque en 2015, cuando jugaba en el Borussia Dortmund, también declinó viajar con su equipo para enfrentarse, en esa ocasión, al Qabala.

Es la decidión del futbolista y, como dijo Emery, hay que respetarla. Aunque esa decisión tenga de fondo un componente nacionalista y beligerante como pocos. Porque aunque Azerbaiyán se empeñe en mostrarse receptiva con este deportista en particular, lo cierto es que Mkhitaryan ha hecho muy poco por ser apreciado por el país vecino.

El hoy jugador del Arsenal es un ferviente defensor de la independencia de Artsaj, y ha colaborado en más de una ocasión con organizaciones que promueven dicha independencia. Además no dudó en visitar el Alto Karabaj, algo que Bakú ve con recelo: es una zona militarizada que, pese a estar controlada por un gobierno pro-armenio, no deja de ser 'de iure' parte de Azerbaiyán.

Y su decisión le supone no disputar la final de la Europa League. Una final que amenaza con ser un desastre organizativo de principio a fin.