Con el español Félix Sánchez Bas en el banquillo, Catar fue una apisonadora durante todo el torneo. Hasta la finalísima que se disputó en el Zayed Sports Ciy Stadium no encajó ningún gol y su tela de araña envolvió a una fuerte Japón que se fue apagando a pesar de su resistencia.
Catar fue como esas arenas movedizas que tragan cuanto más te mueves. Japón se revolvió primero con un disparo de Osako que se marchó cerca del poste, pero Ali Almoez se encargó enmudecer al combinado japonés y de tocar las cuerdas vocales cualquier aficionado catarí. Control con el pecho y media chilena para poner el primer escalón hacia la cima.
A Japón se le complicaron las cosas demasiado rápido y en la primera parte acabó quedándose sin fuerzas. Hatem convirtió su bota en un misil del que salió el segundo escalón: disparo que se coló muy cerca de la escuadra de Gonda, que poco pudo hacer. Minamino fue, junto a Yoshida, uno de los más activos y peligrosos, pero como cualquier cazador acabaron siendo cazados.
En la segunda parte se tuvo que remangar Catar para aguantar el tirón. Hasta doce saques de esquina tuvo Japón con un Yoshida que se empeñó en llegar al empate, pero todo se quedó en simples sueños. Los japoneses dominaron y se quedaron a las puertas del empate por el VAR.
Tanto fue el cántaro a la fuente que Minamino metió la bota y llenó de ilusión a Japón mientras la Selección de Catar intentaba dar coletazos a la contra. El VAR, como no podía ser de otra forma, se sumó a la fiesta.
El colegiado consultó y se apoyó en la tecnología para ver una mano dentro del área. La sensación de alivio recorrió el cuerpo de todo catarí cuando Akram firmó el tercero y el definitivo tanto de la victoria y del título. Catar hizo historia con su primera Copa Asia.