El futuro de Gareth Bale como jugador blanco está más negro que nunca. Zinedine Zidane buscó un perdón imposible de la grada con su entrada ante la Real Sociedad y provocó el efecto contrario.
La tremenda pitada al galés en el Santiago Bernabéu, de las más grandes que se recuerdan a un jugador local, pintó un panorama lleno de nubes para el británico.
Sus risas con la famosa pancarta "Gales. Golf. Madrid. Por ese orden" le han costado muy caro. Pero no solo fue eso lo que enfadó a la afición 'merengue' durante el parón de selecciones.
El jugador reconoció en público que prefiere jugar con su país que en Chamartín, lo que es entendible, pero algo que de manera igualmente lícita pueden censurar los aficionados del club que le paga. E incluso pasó de no entrenar en Valdebebas a hacerlo sin problemas con el combinado de Giggs en cuestión de horas.
Demasiadas pequeñas cosas que formaron una bola enorme de difícil digestión para la afición del Santiago Bernabéu. Que se lo hizo saber al jugador de la forma más sonora cuando entró al campo ante la Real.
El Real Madrid, eso sí, no puede dejar que esto le supere. Quiere rehabilitar al jugador de cara a los suyos porque sabe que tenerle castigado o sin jugar le devaluaría aún más.
Tras el partido ante la Real Sociedad, la plantilla blanca apoyó de manera decidida a Bale. Primero Zidane, luego Varane, Courtois, Valverde... y así hasta Butragueño.
Aunque el futuro del jugador parece más alejado que nunca de la capital de España, el Real Madrid no puede permitirse regalar a un jugador que, por calidad, debería competir con los mejores del mundo en su posición. Que cumplió en las finales desde su llegada, pero que no fue la estrella que se imaginaba que iba a ser cuando en 2013 recaló en el equipo blanco como sustituto a largo plazo de CR7.