El año pasado fue el del descubrimiento de Joao Félix. Este podría ser el de Eduardo Camavinga. Aunque decir tal cosa sería no ser del todo acertado en los tiempos.
Porque el joven francés no ha dado el salto a la escena internacional este curso. Fue la temporada pasada cuando se convirtió en el primer jugador del año 2002 en debutar en una de las cinco grandes Ligas de Europa.
Fueron solo siete partidos, cuatro de ellos como titular, pero ya llamó la atención de los ojeadores más avispados. En esta nueva temporada, se perfila como el hombre clave del Rennes.
Ha salido de inicio en los tres partidos oficiales que ha disputado el equipo francés. Por el momento, suma dos victorias y una derrota con el 100% de los minutos disputados.
La derrota fue ante el PSG en la Supercopa de Francia, pero lo que no sabían en la capital era que se iba a servir su venganza bien fría en la segunda jornada de Ligue 1.
A sus 16 años firmó un partido sensacional contra uno de los mejores equipos del mundo. Se convirtió en el jugador más joven en dar una asistencia en la competición francesa y fue galardonado con el premio a mejor jugador del encuentro.
Los jugadores del PSG acabaron desquiciados con él y solo pudieron recurrir a entradas a ras de césped para poder frenar sus constantes internadas o intentar evitar que se diera la vuelta con el balón. Incluso provocó alguna amarilla.
Su despliegue se produce en todo el centro del campo. Capaz de sacar el balón desde atrás o de dar la asistencia en el momento correcto, como hizo en el gol de Del Castillo que supuso el 2-1 definitivo.
Es como un Rabiot más compacto que, gracias su menor altura, consigue moverse con más solvencia a la hora de esquivar a los jugadores rivales y, como tenía el ex del PSG en su día, un gran futuro por delante.