El anuncio se produjo tan sólo dos horas antes del comienzo de la segunda semifinal, el derbi ateniense que debían disputar AEK y Atrómitos.
El partido del miércoles tuvo que ser suspendido en el minuto 87, cuando el marcador reflejaba un 1-2 a favor de Olympiacos, cuando, en protesta por un penalti no señalado a favor de su equipo, aficionados del PAOK invadieron el terreno y decenas de bengalas y bombas de humo fueron lanzados desde las gradas. La policía intervino y se enfrentó a los hinchas violentos para devolver la calma al estadio.
La policía antidisturbios había intervenido ya fuera del estadio antes del inicio del partido, ya que aficionados del PAOK se enfrentaron a las fuerzas de seguridad.
Durante la segunda mitad el entrenador del Olympiacos, Marco Silva, había recibido el impacto de un vaso de plástico en la espalda.
En el comunicado en el que informa sobre la suspensión de la Copa, el ministro de Deportes, Stavros Kondonís, critica además la labor del árbitro, Andreas Pappás, por no suspender antes el partido.
El año pasado, Kondonis ya había suspendido la Super Liga griega tras varios episodios de violencia entre seguidores de conjuntos rivales.
Los partidos de esta primera división se retomaron al cabo de varias semanas, primero a puerta cerrada, y después en presencia del público, tras aprobarse una ley que, entre otras medidas, contemplaba la suspensión inmediata del campeonato en caso de producirse actos violentos.