No ganó Gales, tampoco Croacia. Y si lo hubiera hecho alguna de estas selecciones con un extemporáneo gol habría dado lo mismo: el único vencedor de la noche galesa fue el tedio generalizado que se apoderó del encuentro. Pocos goles, escasas ocasiones, nulo fútbol.
Los croatas sumaron más rivales aporreados que ocasiones generadas, y el conjunto británico hizo lo que pudo, que es resistir, ofrecer una solidaridad encomiable y aguardar el golpe de genio de Bale, capitán y jugador diferencial. El empate, cómo no, nació en las botas del futbolista del Madrid, que lo celebró como suele cuando viste los colores de Cymru.
A nivel clasificatorio, lo tiene bastante mejor Croacia, prácticamente equipo de Eurocopa, a pesar de que no lograr la victoria. Una derrota de Hungría habría metido a los de Zlatko Dalic; bastante peor lo tiene Gales, que mengua sus posibilidades. Tiene cuatro finales por delante y la necesidad de que los demás fallen.
Del partido, pocas o ninguna conclusión que sacar. Los subcampeones del mundo se hicieron con el balón y el dominio pronto y aprovecharon la bisoñez del rival para golpear primero. Un ataque de Croacia, un mal repliegue de Gales y un disparo de Vlasic acabó en gol de Vlasic en el minuto nueve.
Pudo engordar la cuenta Perisic de cabeza, pero Hennessey sacó una extraordinaria mano. El gol precedió a un juego contemporizador de Croacia, que terminó por dormise a sí mismo: un robo de Davies, un pase a Bale y gol del '11' blanco. Y en el añadido de la primera parte.
Lovren no estuvo fino en la acción del gol, pero sí se le vio acertado en lo de placar adversarios se refiere. Entre él, Vida y Jedvaj tenían frito al activo Daniel James. Peor acabó Ampadu, que tuvo que ser sustituido mareado y dolorido tras ser arrollado por un tranvía de nombre Petkovic.
El juego se enmarañó y en la segunda mitad nadie logró imponerse. Un par de disparos lejanos de Jedvaj y balones a la olla para Rebic que no logró alcanzar. En Gales, alguna galopada de Bale y de Wilson, cuya mejor jugada finalizó con Modric lesionado. Al final, y tras otros ocho tortuosos minutos de añadido en la segunda parte, el marcador no se movió más. Un latazo eterno.