Aquel chico llamado Lionel que hizo su primer gol al Albacete tenía la melena algo desastrada, y apenas rellenaba huecos de una camiseta enorme. Nadie imaginaría lo que conseguiría el argentino entonces, del mismo modo que nadie tiene la autoridad moral para poner límites a un Ansu Fati que se está ganando el derecho a iluminar su futuro. No es cuestión de comparar a uno y otro, sí lo fulgurante de su arranque.
Se puede medir en el desmarque sideral o el regate con el que precedió la asistencia a De Jong. En el alarde de técnica para clonar un disparo desde la frontal marca de la casa que le privó de hacer más goles. Pero es en el aura que envuelve el Camp Nou donde se puede testar que tiene ángel. Y a alguien capaz de tener el impacto de Leo Messi o generar un ambiente similar hay que tomárselo muy muy en serio.
Su sonrisa vergonzosa celebrando el tanto es la antítesis de su mirada asesina encarando. Tiene 16 años, pero se deja el carné en el vestuario, como hacía aquel Messi potrero y resolutivo. Leo se lesionó, Suárez cayó, Neymar no llegó y Griezmann no aterrizó. Pero Valverde no apostó por él como parche, sino porque este chico va tirando muros a un ritmo vertiginoso.
Esa energía que proyectó en todos los demás, como un líder silencioso, dejó una noche pletórica antes del inicio de la Champions. Alguno salivará pensando qué pasará cuando Messi tenga el alta. ¿Serán la pareja de moda? ¿Volverá el canterano al juvenil? Eso es demasiado a largo plazo. Por el momento, al Barcelona le urge más resolver su bipolaridad. Es gris a domicilio, sus dos partidos en casa los ha resuelto por 5-2. Pero esta vez salió cara, fue noche de deleite.
De Jong encuentra el camino
La paleta tuvo más colores. Puso mucho del suyo De Jong, al fin conectado al del fresco tulipán por el que apostó el Barça. Tuvo impacto en el juego desde el principio. Pase rápido, asociación y gol, el retrato perfecto de un hijo de Cruyff. El Camp Nou le aplaudió a rabiar cuando se fue al banquillo. Con él flota la sensación de ser una semilla que arraigará en el Camp Nou.
Y aunque Ansu Fati eclipsó la ausencia de Leo Messi, a Valverde le vino de cine reenganchar a Luis Suárez. El partido estaba encarado, solo con verle jugar sin echarse la mano al sóleo valía. El charrúa siempre será recordado por su mordisco a Chiellini, pero es el balón lo que más muerde. Apenas entrado, gol. 20 minutos después, otro. La Champions le espera con hambre acumulada.
Hubo una cara triste. Griezmann participó en el tercero y en el quinto, pero tenía hincada la espina de los penaltis fallados con Francia y no se la pudo quitar. Los delanteros asesinos son niños que hacen pucheros cuando los demás marcan y ellos no.
También se marchó cabizbajo Cillessen. El holandés, hace poco el mejor portero suplente del mundo, volvió a casa con bajas prestaciones para su 'revancha' ante Ter Stegen. Estuvo flojo, irreconocible, y le regaló un tanto a ese Piqué que aparece de vez en cuando para mostrar el delantero que lleva dentro.
Marcelino nunca había encajado cinco tantos en el Valencia. A Celades se le cayeron todas las estadísticas el primer día. Tiene más trabajo como sicólogo que como entrenador, sin duda. Aunque no hubo buen juego 'che', no es turno para una evaluación. Al menos puede quedarse con el colmillo de Gameiro y Maxi, quienes hurgaron en las desconexiones que sigue habiendo en la zaga azulgrana.
Hace unas semanas, el Valencia era el campeón de Copa, un equipo lleno de ilusión y un soñador en Champions. Ahora es una pista de hielo quebradizo. La risa por barrios, y ahora se ha parado a echar un cigarrito en el de Ansu Fati. Un chico que nos recuerda a Messi. Y si no es así, que baje Leo y lo vea.