No tenía ninguna prisa el Liverpool. Sabía que era superior al Maribor. Lo demostró en Eslovenia, y era cuestión de tiempo que lo demostrase también en Anfield.
Pero el Maribor llegó al mítico estadio inglés con ganas de agradar. Y, por qué no, de amargar un poco la noche a su rival. Así, con un Liverpool al ralentí, y con un Maribor peleón, la primera mitad avanzó hacia el descanso sin que el marcador se moviera.
Tardaron en llegar, pero los goles hicieron acto de presencia. Hizo falta una genialidad de Mohamed Salah para que el marcador se desprendiera del 0-0 con el que se inició, como es normal, este partido.
Este gol abrió la lata, como se dice, pero los 'reds' no estaban por la labor de lograr otra goleada sonrojante. Con uno basta, parecían pensar. Si no, no se entiende que con un Maribor más volcado al ataque no se marcasen muchos más goles.
El segundo fue obra de Emre Can, pasada la hora de partido, y Daniel Sturridge remató la faena en el descuento, cuando parecía que el partido terminaría con un 2-0 que dejaba aparentemente satisfechos a ambos.
Y todo ello, con un penalti fallado por Milner en el minuto 52 de partido. Lo que pudo ser una goleada sonrojante quedó en un 3-0 que se antoja escaso, a la vista de lo ocurrido en su anterior duelo. Pero cuando no necesitas golear, se nota.