Ninguno de los dos porteros saltó al césped del Camp Nou pensando en el otro, eso es seguro. Ambos sólo tenían en mente una cosa: hacer un buen papel y salvar a su equipo si fuera necesario.
Pero la realidad es que, aunque no lo pretendieran, Ter Stegen y Bravo iban a ser mirados con lupa, porque el primero forzó al Barcelona a dar salida al segundo. Había que demostrar que el Barça acertó, o no.
Era una apuesta arriesgada. Claudio Bravo es un portero sobrio y eficaz, con las ventajas que da la veteranía y unos reflejos increíbles aún con 33 años.
Ter Stegen, por contra, es un joven portero de talento demostrado, pero al que sus 24 años le hacen ser demasiado temerario, y su exceso de confianza le ha jugado alguna mala jugada en más de una ocasión.
El Barcelona aceptó el 'órdago' y se quedó con el germano. Claudio Bravo fue recibido con los brazos abiertos en la zona azul de Manchester. Su llegada provocó el exilio de una institución como Joe Hart.
Y en este partido, mientras Marc-André Ter Stegen respondía con paradas a cada reto que le ponía delante el City (o su propia zaga), Claudio Bravo sólo cometió un error, pero fue tan grande, tan grotesco, que eclipsó lo que podría haber sido un partido decente. Y lo convirtió en el hazmerreir de sus detractores.
Regaló el partido al Barcelona con una roja directa resultado de un garrafal fallo suyo. Guardiola le fichó porque sabía jugar con los pies mejor que Joe Hart, y con los pies cometió el error de su carrera.
Así, mientras a uno se le recordarán varias paradas de mérito, al otro únicamente un error incomprensible y una roja directa que decantó el encuentro. Si el duelo fuera personal entre Ter Stegen y Bravo, el alemán lo hubiera ganado de calle.