El fútbol tiene estas cosas. En pocos minutos tienes un partido en el que el equipo que va perdiendo hace méritos para, por lo menos, empatarlo, y, de repente, termina vapuleado por su rival.
Eso le ha ocurrido a Alemania en el Johan Cruyff Arena de Ámsterdam. Se esperaba un duelo igualado, pues aunque Holanda llevaba un tiempo sin levantar cabeza, Alemania tampoco pasaba por su mejor momento.
Así fue. El arranque evidenció una cosa: ninguno de los dos equipos quería ser el que cometiera el primer error. La igualdad inicial fue dejando paso a las ocasiones de peligro poco a poco, siendo la primera clara para Alemania.
Timo Werner, a los quince minutos de partido, se plantó ante Cillessen, pero no le quebró, tampoco chutó. Quiso hacer las dos cosas y terminó perdiendo el balón por línea de fondo.
El portero del Barcelona tuvo que emplearse a fondo poco después, con una providencial mano a remate de Müller, y entonces Holanda reaccionó y dio el primer aviso a Alemania.
Quedó claro que Holanda se sentía cómoda buscando los contragolpes, mientras Alemania prefería dominar el balón y moverlo hasta encontrar el hueco. Alemania insistía, pero el gol llegó en la otra portería.
Un córner sacó lo peor de Alemania. Algo tan mundano como un saque de esquina. Fue un despropósito de principio a fin. Primero, porque lo remató Ryan Babel casi sin querer.
Segundo, porque Manuel Neuer nadie sabe qué intentaba yéndose al suelo antes del remate del rival. Y tercero, porque aunque el balón pegó en el larguero, le quedó propicio a Van Dijk para que lo rematase en boca de gol.
El defensa del Liverpool estuvo libre de marca durante los segundos que duró esta jugada. Nadie le incomodó cuando buscó el primer remate, al que no llegó porque el balón fue al segundo palo.
Nadie le molestó para cabecear a puerta vacía el rechace del larguero, previo bote sobre la línea de gol. Con muy poco, Holanda le había dado un bofetón a la tetracampeona del mundo.
Pudo haber encajado alguno más antes del descanso, pero no fue así. Tampoco los delanteros alemanes lograron empatar el partido antes del descanso.
Tras éste, más de lo mismo. Alemania luchaba ahora contra Holanda, pero también contra el tiempo. Y la historia parecía querer repetirse, con Alemania dominando el balón y con Holanda esperando matar el partido a la contra.
Löw, a la hora de juego, movió el banquillo. Metió a Sané y Draxler, y tardaron apenas unos segundos en darle la razón a su entrenador. Fueron fundamentales para la reacción alemana.
Ellos generaron todo el peligro, y fue por ellos por lo que Holanda vio peligrar el triunfo en más de una ocasión. Pero el combinado 'Oranje' aguantó, y resistió el envite de puro orgullo con el que Alemania buscó el empate esos minutos.
Llegados al minuto 80, a los germanos se les empezó a ver cansados, fatigados, física y mentalmente. Nada les salía, y por si fuera poco, se veía venir que en una contra, con todos atacando, podía llegar la sentencia.
Y así fue. Minuto 86. De Roon roba un balón en el centro del campo. Memphis y Promes, entrado al campo en el 68', salen como un rayo. El balón fue para el segundo, y éste se la puso al primero dentro del área. El mano a mano con Neuer acabó en el fondo de las redes.
Fue el mazazo que le faltaba a Alemania. La película podría haber sido distinta si en alguno de los ataques siguientes los de Löw hubieran recortado distancias. No ocurrió.
Lo que ocurrió fue otro contragolpe. Wijnaldum hizo el tercero tras poner en evidencia a los centrales alemanes. En diez minutos, Alemania pasó de merecer el empate a ser vapuleada por una Holanda que necesitaba como agua de mayo este triunfo.
Una derrota que pone contra las cuerdas a Joachim Löw, muy cuestionado desde el desastroso Mundial que firmó en Rusia. Y un triunfo que da alas a la nueva Holanda que comanda Ronald Koeman.