La llegada de Miralem Pjanic al Barça y el aterrizaje de Arthur Melo en la Juventus de Turín fueron dos de los grandes bombazos del verano. Bueno, más bien fue uno, ya que la entidad catalana y el conjunto transalpino llevaron a cabo un intercambio de cromos que, de paso, sirvió para cuadrar cuentas.
El centrocampista bosnio dejó atrás Italia para afrontar su último gran reto en el Camp Nou. Por su lado, el brasileño puso rumbo a la 'Vecchia Signora' para redimirse de los pecados cometidos en la Ciudad Condal. Sin embargo, hasta el momento, el trueque ha resultado estéril para todas las partes.
Entre problemas de salud y falta de confianza, ninguno de los dos futbolistas ha sido capaz de asentarse en su nuevo equipo en un comienzo de temporada bastante parecido (por lo irregular) para ambos clubes.
Pjanic, que llegó al Barça como una estrella experimentada y una mentalidad más profesional que la de Arthur, solamente ha podido disputar 103 minutos oficiales hasta el momento. El COVID-19 mermó su pretemporada y unos problemas en la espalda supusieron un gran impedimento en su intento de ganarse a un Ronald Koeman que está apostando en el centro del campo por Busquets y De Jong.
Se especula con su posible titularidad en Champions frente a su ex equipo, sobre todo tras su nula participación en el último 'Clásico' frente al Real Madrid. Quizá sea la oportunidad de oro que el balcánico estaba esperando para poder lucir.
Eso mismo está buscando también un Arthur que, tras un par de temporadas en el Camp Nou marcadas por los asuntos extradeportivos (rebeldía, positivo en un control de alcoholemia...), no está encontrando tampoco en Turín el nivel que hizo que el Barça se fijara en él.
Hasta ahora, el brasileño ha tenido mayor participación que Pjanic al disputar 203 minutos en cuatro encuentros, pero no ha brillado nada y sus actuaciones han pasado desapercibidas antes del duelo contra el que hace unos meses era su equipo. Tal vez esa sea la motivación necesaria para que el ex de Gremio comience a justificar un fichaje que ya siembra dudas en Turín