La segunda parte fue, para el espectador neutral, una oda al fútbol, un espectáculo de los que hacen afición. Si bien el City contó con más ocasiones claras, el Liverpool tuvo en su mano el 1-2 y la sentencia.
Una vez que City y Liverpool se sacudieron el respeto mutuo, el partido entró en una fase de locura en el que ninguno resultó vencedor. Indirectamente, el punto sí regala felicidad en Stamford Bridge y White Hart Lane.
En la primera parte hubo más tensión que fútbol. Caballero y Mignolet resolvieron con suficiencia el trabajo que tuvieron, que no fue poco, pero no pudieron prever lo mucho que sudaron tras el descanso.
Porque la segunda parte fue una locura de ida y vuelta en el que nadie logró tumbar el muro. Tras el descanso, los 'reds' arrancaron más sueltos y Clichy derribó a Firmino en el área. Lo metió Milner. Klopp, por su puesto, no lo vio.
Este penalti quizá fuera el más riguroso de unos cuantos que no se pitaron. Matip, Milner y Yaya Touré cometieron penas máximas que se fueron al limbo como un buen puñado de oportunidades de gol.
El City amagó con besar la lona tras el gol de Milner, pero, con Silva y De Bruyne al mando de las operaciones, arrinconó a un Liverpool que lanzaba a cuchillos a cada contra.
El belga conectó con el 'Kun' y éste puso las tablas. El 1-1 se antojaba corto. De Bruyne estrelló al palo y Lallana, totalmente solo, disparó al aire y no al balón.
Sterling, Mané, Firmino y, sobre todo, Agüero tuvieron en sus botas el segundo tanto en un festival futbolístico que no disfrutó de la guinda del gol. Reparto de puntos, satisfacción a medias y festejos en Londres.