Acabó la hegemonía del rey en su competición. El Barcelona entregó el cetro cinco años después y lo hizo en un partido con tintes de despedida, que encumbró a un Valencia con motor de gasolina, que arrasó en la primera parte y luego aguantó como pudo la reacción a la desesperada azulgrana.
Pase lo que pase con Valverde, el choque quedará para siempre marcado en su historial. Asustado por el desenlace de Anfield y obligado por las bajas, el técnico azulgrana echó atrás a los azulgranas en el comienzo. El planteamiento de doble lateral con Sergi Roberto y Semedo no funcionó y el Valencia pronto encontró ahí el filón con el que acabar con su larga travesía por el desierto.
El inicio del Barcelona no fue el del campeón que buscaba un nuevo doblete. Como si las semifinales de Champions aún no hubieran finalizado, los azulgranas se limitaron a contemporizar, intentando que la calidad de Messi decidiera una vez más. En Liga les ha valido en los dos últimos años, pero no en la final del Villamarín. El argentino comenzó como 'falso nueve' y acabó jugando de todo, en un claro ejemplo del galimatías en que se convirtió el Barça tras el descanso.
Marcelino, que tampoco se ha caracterizado nunca por sus alegrías ofensivas, también estuvo cauto, aunque el cariz ofensivo de sus hombres enseguida decantó la balanza. Ni siquiera el error de Lenglet -otro fallo de juveniles en un partido clave- sirvió de aviso para el Barça. El central despejó hacia el centro y dejó solo a Rodrigo, pero Piqué estuvo listo para evitar el 0-1 sobre la misma línea.
Los goles hunden al Barça
Los 'ches' no necesitarían llegar mucho para decantar la final. Guedes abrió una puerta con su desmarque en banda y Sergi Roberto no tapó a Gayà. Sería injusto echarle toda la culpa, pues ninguno de los centrocampistas vigiló a Gameiro, que recibió en la frontal para fusilar a Cillessen.
El gol, de nuevo como si el Barça siguiera ahogando las penas de la Champions, sumió aún más en la autocomplacencia a los 'culés', que enseguida encajarían el segundo. Soler le ganó una carrera a Jordi Alba y puso un centro potentísimo para que Rodrigo, que llegaba absolutamente solo, castigara la nula vigilancia de Piqué y Semedo, de nuevo sin ayudas de la línea medular azulgrana.
El Barça estaba grogui, así que el único que podía arreglarlo era Messi. El argentino, con Rakitic como socio, lo intentó todo antes del descanso. Y se encontró con un segurísimo Jaume, que evitó en el último instante un 1-2 que hubiera cambiado todo.
El 'plan b' tampoco funciona
Valverde reconoció su error al descanso y murió matando. Retiró a Semedo y a Arthur y entraron Vidal y Malcom, que, si bien no tuvieron una precisión espectacular en sus acciones, sí que le dieron algo de vigor al fútbol azulgrana.
La banda derecha del ataque comenzó a ser la única vía a explotar del Barça. Mientras Malcom volvía loco a Gayà, Messi comenzaba a abandonar su posición de 'falso nueve', dejando el lugar de delantero a hombres como Vidal o Piqué, que aparecieron con tanta insistencia como poco acierto.
El Barça, tan previsible y académico siempre, empezó a ser un desgobierno. Y Messi casi pescó en el caos con un jugadón individual que se fue al palo. El Valencia, ya sin Parejo, lesionado y sustituido por Kondogbia, comprendía que lo máximo a lo que podía aspirar era a defender el resultado ante el más que probable acelerón final azulgrana.
Entre llegada y llegada de Malcom, un centro del brasileño en un córner lo cabeceó Lenglet con muchísimo peligro, obligando a Jaume. El rechace le cayó a Messi, que no perdonó y metió a los suyos en el choque.
El Valencia perdona... y no lo paga
Quedaban 20 minutos, un mundo para un Barça en su estado habitual, pero los azulgranas no se parecieron en nada a lo que han sido en los últimos años. Mientras Marcelino fue quitando delanteros y metiendo defensas, el Barça, sin ideas, viajaba atropellado hasta la frontal 'che', donde moría una y otra vez.
El Valencia vislumbró un final trágico después de tres ocasiones clarísimas perdonadas ya en pleno tiempo añadido, pero el Barcelona, con Rakitic cabreado y sustituido, Aleñá impreciso y Coutinho de nuevo desaparecido, fue incapaz de asustar a un Jaume que vivió plácidamente el final del encuentro.
Con el recuerdo de Anfield, el Barça suma una nueva decepción a una temporada que parecía impecable hace apenas un mes y que ahora obligará a cambios serios en el club, con la incógnita de un Valverde que acabó sobrepasado por los acontecimientos por primera vez en dos años en España. Y ya se sabe, cuando un ciclo se acaba, otro comienza, también para un Valencia que acabó precisamente frente al Barcelona con aquella maldición eterna de Koeman once años después.