Fue una victoria deportiva, estratégica, táctica y moral. El United ganó al City en todos los aspectos del deporte rey. Solskjaer encontró el antídoto al fútbol de Guardiola, aunque por momentos se permitió el lujo de creer en que al menos la igualada era posible.
Desde el primer minuto quedó claro que el City marcaría los tiempos y que el United jugaría a la contra. No tuvo la más mínima intención de disputarle la posesión del balón Solskjaer a Guardiola, pero le supo contrarrestar.
Lo hizo con una férrea defensa que en ningún momento flaqueó ante las acometidas, cada vez más descafeinadas, del City. Pero, la verdad sea dicha, al United en este partido le guiñó un ojo el VAR.
Porque el derbi podría haber sido bien distinto en caso de que el criterio arbitral hubiera caído del lado local. En caso de que el colegiado hubiera aprecido penalti en la mano de rebote de Lindelöf en el minuto 13, o en la de Fred cuando se deslizaba a tapar un centro en el 45'.
Esos penaltis se fueron al limbo. Anthony Taylor ni siquiera se acercó al monitor a comprobarlos, y se fió del criterio de su asistente en la Sala VOR para dictaminar que se siguiera jugando.
También se fió del VAR a la hora de señalar el penalti sobre Rashford que en un principio pasó por alto. El delantero fue derribado por Bernardo Silva, la jugada continuó con un tiro lejano de David Silva, y entonces desde el VAR fue advertido de la infracción del luso.
Taylor, de nuevo sin ir al monitor, señaló la pena máxima, para desesperación del City, y mostró la amarilla a Bernardo Silva. Rashford engañó a Ederson y puso en ventaja al United.
Tras el gol, el City se desestabilizó. No entró en pánico, pero sí perdió toda la confianza, y dejó que el United, que apenas había generado peligro hasta el momento, se viniera arriba.
Rashford tuvo dos ocasiones para hacer el segundo, larguerazo incluido, pero fue Martial quien acabó duplicando la ventaja del United, a los 29 minutos de juego.
Ese segundo gol hizo reaccionar al City, pero poco. Seguía sumido en la apatía, y tardó diez minutos en volver a merodear los dominios de De Gea. Pero le seguía faltando acierto dentro del área rival, bien en el último pase, bien en el remate.
Reclamó el City un segundo penalti, el que hemos comentado por presunta mano de Fred, cuando el ex del Shakhtar se tiraba a cortar un centro de Walker, pero de nuevo Taylor determinó que nada hubo, de nuevo a instancias del VAR.
El City se fue al descanso desesperado, sintiéndose agraviado por las decisiones arbitrales, víctima de su propio infortunio. Durante el segundo tiempo esta sensación se confirmó.
Porque el City, aunque acaparó la posesión, fue un equipo inofensivo, estéril, incapaz de generar peligro trenzando jugadas en el área rival, pero tampoco colgando balones al punto de penalti.
El derbi, pese a todo, se fue calentando. La tensión era palpable, lógica y esperada, y desembocó en un par de faltas bastante feas que Taylor sancionó con amarilla, pero también con una lluvia de botellas y mecheros a Fred cuando el 'red devil' se disponía a sacar un córner.
Pese a todo, cuando parecía que esto acabaría 0-2 (o 0-3 si el United era capaz de completar una contra con éxito), apareció Otamendi, quien había entrado por la lesión de Stones, y cabeceó, a cinco del final, el que sería el 1-2 definitivo.
Peleó el City esos cinco minutos y los cinco que Tony Taylor agregó al derbi, pero el United tiró de oficio y, aunque sufrió en los últimos segundos, contuvo el caos para lograr una victoria que sabe a algo más que a tres puntos.
Con esta victoria, los de Solskjaer ya tienen 24 puntos, y dormirán en el quinto puesto. El City se queda con 32, en tercera posición, a 14 del Liverpool y a tres de un Leicester que aún debe jugar esta jornada.