En el camino a un Mundial entran en juego múltiples factores. Desde el sorteo inicial al de la Repesca, pasando por la posible lesión de tus mejores hombres o la incorrecta elección del encargado de llevar a tu país al Mundial.
A Italia, por resumirlo, todo le salió mal. Comenzó la fase de clasificación con la mala noticia de que compartiría grupo con España. Ni el último precedente, positivo para los transalpinos en la Eurocopa de Francia, supo transformar el respeto a 'la Roja' en una mayor competitividad de los italianos.
La elección del capitán del barco tampoco fue acertada. Italia escogió un director de perfil bajo y Ventura no supo hacer calar sus ideas a un conjunto transalpino que vivió siempre con los esquemas de Conte en la cabeza en esta fase de clasificación.
Con todo, Italia no empezó mal del todo pese a algunas dudas iniciales. El choque ante España en Italia iba a ser revelador y los transalpinos empataron de milagro. Mal augurio no ganar a los españoles en casa, pero quedaba mucho por delante.
La fase de clasificación siguió con España volando de goleada en goleada y con Italia agarrada con las yemas de los dedos a la velocidad de crucero de los de Lopetegui. La goleada del Bernabéu puso las cosas en su sitio y a Italia ya sólo le valió pensar en la Repesca.
Tampoco en ella tuvo suerte la 'azzurra', pues probablemente se enfrentó a la selección más complicada de las que le podían tocar: Suecia. Un tanto con algo de suerte en la ida y la falta de gol en la vuelta llevaron a los italianos al purgatorio.
No había mucho más, aparte de Insigne, por ofrecer. Ya sin Pirlo y con una espina dorsal muy veterana conformada por Buffon, Chiellini, Barzagli o De Rossi, a Italia le ha faltado cintura para afrontar el cambio generacional. Tras un fracaso de semejantes proporciones, toda catarsis se lleva a cabo mejor.