Quizá fruto de la frustración del resultado, pues Boa ganó 3-0, el defensa se volvió literalmente loco al ver la roja: tiró al árbitro al suelo y también la pagó con sus compañeros.
De hecho, Ferreira no quería abandonar el terreno de juego y tuvieron que ser sus compañeros los que se lo llevaran al vestuario. Las imágenes no tienen desperdicio.