Valverde y los suyos continúan edificando una nueva clasificación a los octavos de final de la Champions League. Cuando lo hagan, seguirán escribiendo historia y llegarán los récords de temporadas consecutivas en las rondas finales como cada año.
Pero los azulgranas han convertido cada visita en Europa en un sufrimiento para el corazón de sus seguidores. No hace falta hablar de Roma o Liverpool. Tampoco quedan lejos actuaciones similares en Manchester o Lyon, aunque aquellas sí que tuvieron final feliz.
En la presente campaña, el Barcelona ya se quedó a un paso de perder en el estreno, en Dortmund. Y ahora, en la tercera jornada y ante un equipo menor, su triunfo ha sido casi milagroso. Vamos, que todo sigue igual cuando a los azulgranas les toca coger un avión en el Viejo Continente.
Los de siempre
Como casi siempre en los últimos años, el Barcelona ganó en Praga por dos hombres: Ter Stegen y Messi. El argentino, cómo no, confirmó su recuperación definitiva con su tercer tanto en los últimos tres choques. Robó un balón y, tras apoyarse en Arthur, engañó a Kolár.
Parecía coser y cantar. Otro triunfo por inercia ante un rival a años luz de los de la Liga Española y blablabla... Pero no, el Slavia ya demostró este mismo año ante el Sevilla que su fútbol no está tan lejos del practicado en el campeonato español. Incluso el Borussia Dortmund estuvo cerca de tropezar en la capital checa.
El 0-1, por tanto, no le sirvió al Barça para mucho. Al Slavia, que le pilló frío, sí que le cayó bien, pues le hizo perder el miedo a los de Valverde y así pudo mostrar el fútbol que acostumbra. Tras una ocasión clara de Zeleny, Ter Stegen hizo la parada de la noche a tiro desde la frontal de Olayinka.
Los checos fueron tan irreverentes en ataque como cándidos atrás. Y Luis Suárez continuó con su carrusel de ocasiones falladas lejos del Camp Nou en Europa todavía en la primera parte.
A Griezmann se le empezaba a ver más en una área que en la otra, así que no fue extraño que el Barcelona acabara más contento que los de Trpisovsky cuando el colegiado mandó a los jugadores a vestuarios. Masopust acababa de perdonar la tercera clara de los locales.
El cabreo de Valverde no se tradujo en una reacción en el campo. Cada minuto disputado por el Barça fuera en Europa deja la sensación de que el técnico es menos capaz de evitar lo inevitable. Así, no fue extraño que llegara el 1-1.
De nuevo Masopust, un jugador con gran presente y prometedor futuro, se coló entre Piqué y Lenglet y le regaló tanto al lateral Boril, que vivió más cómodo en el área 'culé' que en la propia.
Con miedo y sin puntería
El 1-1 reseteó al Barcelona, que intentó por fin mandar con el balón. El problema es que, a diferencia de Ipurua, el centro del campo estuvo bastante gris. El Barça, por tanto, lo fiaba todo a Messi y una falta colgada por el argentino acabó convirtiéndose en el 1-2 después de un intento de pase atrás de Suárez que Olayinka se metió sin querer en propia portería. El uruguayo acertó justo en la ocasión en la que menos buscó el tanto; la ansiedad para él continúa.
Quedaba algo más de media hora para el final. Tiempo de sobra para la sentencia y para que el Slavia se viniera abajo por el esfuerzo, pensaban algunos. Pero no, los locales siguieron coqueteando con el empate del 1-2 al final. Y, de hecho, estuvieron cerca de conseguirlo.
Si bien Suárez y Messi perdonaron la sentencia hasta en cuatro ocasiones al contragolpe, con el Slavia sacando la bandera blanca, lo cierto es que los checos habían dado un paso atrás para coger impulso y encerraron al Barcelona en los últimos minutos.
No hubo peligro real, al margen del último intento de Husbauer, pero sí numerosos balones al área y una sensación de inseguridad del Barcelona fuera de casa que cada vez se hace más evidente en la Champions. Lo que un día fue un accidente comienza a ser la normalidad.