Nadie recuerda quién le puso el balón. Fundamentalmente porque aquel centro de Muhren no fue bueno, pero el remate de Marco Van Basten lo convirtió en una de las mejores asistencias de la historia.
Un golpeo sin dejarla caer a la escuadra contraria que certificó el único título internacional importante que Holanda tiene en su palmarés incluso casi tres décadas después de aquella Eurocopa.
Nadie ha olvidado, 29 años después, aquel 25 de junio de 1988 en el que Marco Van Basten empezó a confirmarse como el mejor rematador de Europa.
Lo hizo con un remate estratosférico. Con una volea sin ángulo que sorprendió a un Rinat Dasaev que por aquel entonces era uno de los porteros más fiables del mundo.
Aquel tanto era el segundo de Holanda y cerraba un campeonato excepcional, de un altísimo nivel ofensivo, que materializó todas las enseñanzas del fútbol holandés a lo largo de la historia.
Un gol que no ha tenido comparación prácticamente en ninguna gran final desde entonces y que sigue grabado a fuego en la retina de los grandes aficionados al deporte rey. Y una carrera, la de Van Basten, injustamente arrebatada por las lesiones, que impidieron mantener un alto nivel a uno de los mejores rematadores que ha dado Europa.