Llorente se quedó por petición expresa de Zidane. Con sólo 22 años, hizo las delicias del técnico galo la pasada temporada en el Alavés. Lo que no esperaba el mediocentro es ser suplente de un jugador que no rota, Casemiro, y por detrás de Kovacic.
Vallejo, por su parte, se quedó sabiendo que sería el cuarto central. Que iba a jugar lo justo. Y lo hizo en Copa, y parece que lo volverá a hacer en Liga, ante el Málaga, en el Bernabéu.
Así, dos de las grandes promesas de futuro del madridismo están viviendo dos situaciones completamente opuestas. Porque mientras uno sigue siendo el eterno descarte, el otro ve como, aunque sea mediante infortunios ajenos, empieza a jugar.
Marcos Llorente necesita una alegría, más allá de los partidos de Copa, o el encuentro contra Las Palmas. Necesita una palmada en la espalda de Zidane, como la que recibirá Vallejo este sábado.