Así es el fútbol y a veces te depara grandes sorpresas cuando el partido llega a su fin. Con más fútbol que corazón, los de Luis García levantaron una situación muy complicada y se llevan un resultado abierto para la vuelta.
El estadio del Espanyol dictará sentencia y nombrará a un vencedor, pero dudosamente podrá determinar cuál de los dos equipos es mejor. Línea a línea, de adelante hacia detrás y viceversa, cada parcela del campo fue partícipe de una batalla de la que sólo pudo escapar la pelota.
Desde el principio, el guión del partido sorprendió por la falta de precisión de ambos conjuntos. Dotados de un centro del campo apto para jugar a la pelota, ninguno de los dos optó por ejecutar el botón de la posesión y el encuentro se convirtió en un correcalles.
En este contexto, el Espanyol corrió mejor, que no más, y fue capaz de adelantarse en dos ocasiones. El primer gol, obra de Darder, fue fruto de la presión con la que Rubi trató de asfixiar a su gran rival. Y lo conseguió.
El cuadro 'perico' robó la pelota en la salida del 'submarino' y el '10' subió el esférico hasta la frontal del área. Latigazo cruzado hacia la portería de Andrés Fernández que el ex de Osasuna no pudo atajar.
En el segundo, el Espanyol mostró su 'cara B'. Con Darder orquestando un ataque posicional, la pelota llegó a Rosales en la derecha. Dribló y centró a Álex López, quien, sabiéndose solo, controló y fusiló a quemarropa. 0-2 y el Espanyol se las prometía muy felices.
Los locales mejoraron con las entradas de Iborra y Fornals, pero fue fruto de la enésima cabalgada de Pedraza por la izquierda cuando empezó a labrarse la locura. En el 85', Ekambi saltó más que Duarte y redujo distancias. Tres minutos más tarde, Miguelón dejó atrás a dos rivales desde el perfil diestro y puso el balón a un Bacca que no falló.
Partido intenso, de ritmo trepidante que verá su revancha la semana que viene en Cornellà. Espanyol y Villarreal aún no han dicho su última palabra.