Quizá era justo esto lo que necesitaba. James Rodríguez pasó dos años de incertidumbre en Múnich. No sabía qué iba a ser de su futuro y acabó regresando a la capital española, donde el club blanco parecía no querer continuar de su mano con él.
En esa difícil tesitura, el colombiano dejó su futuro en mano de los agentes y se puso a trabajar. Nápoles y Atlético pujaban por él, pero James nunca se pronunció, siguió trabajando hasta que Zidane comenzó a contar con él.
Fue una reconquista desde cero... (o incluso desde más abajo), ya que James debía convencer al mismo entrenador por el que se fue del Real Madrid, pero una serie de circustancias le dejaron una oportunidad de oro y el colombiano no la está desaprovechando.
Las plaga de lesiones -que también le privó a él de jugar la tercera jornada- le hizo un hueco ante Valladolid y Levante. El 'cafetero', privado de un '10' que heredó Modric, jugó ambos partidos como titular, completando el segundo de ellos.
Y lo más positivo es que James mostró una gran imagen en ambos choques. Sobre todo, el colombiano recordó su mejor versión frente al equipo 'granota', asistiendo a Karim Benzema en el 2-0 y dejando un recital de ocasiones, pases certeros y un gran sacrificio.
El mismo Zidane que le empujó de manera indirecta a salir ahora está enamorado del 'nuevo' James. Ya nadie piensa en él como un jugador transferible, pues se ha convertido, con mérito propio, en una de las piezas que necesitaba el renovado Madrid.