"No sé si será mañana, pasado... pero cuanto antes, mejor", afirmó el francés tras dejarle fuera del partido contra el Bayern de Múnich, cerrando un capítulo bélico en el Real Madrid que debía solucionarse antes del comienzo de la temporada.
La relación entre Zinedine y Gareth está completamente rota desde hace meses. De hecho, el día de la final de la Champions de Kiev, el francés solo confió en él cuando vio que el partido se puso complicado. Fue suplente y le hizo salir ya avanzada la segunda mitad con el objetivo de deshacer el empate.
El 'Expreso de Cardiff' cumplió de manera sobresaliente con dos goles que decantaron la final y el trofeo del lado blanco de la balanza, pero tras el choque, el atacante afirmó que, en caso de no tener continuidad asegurada, tendría que buscar otro equipo.
No lo acabó haciendo porque días más tarde, Zidane presentó su renuncia como técnico blanco. El galés fue el único fútbolista de la plantilla que no se despidió de él con un mensaje en sus redes sociales. Siguió en el equipo con el cielo abierto, pues se había librado de su mayor escollo para continuar... hasta que, el 11 de marzo del presente 2019, se anunció el regreso del francés.
Ahí, Bale ya supo que estaba prácticamente sentenciado. Tuvo oportunidades durante las primeras semanas con el francés al mano, pero no jugó ninguno de los tres partidos del mes de mayo. De hecho, ni saltó al campo contra el Betis en el que, con casi toda seguridad, fue su último choque como madridista.
Durante las últimas semanas, la guerra pasó a ser entre Zidane y Jonathan Barnett, el agente del delantero, que aseguró que no tenía "ninguna intención de salir del Madrid". Barnett fue siempre muy crítico con el técnico, que no entró en su juego. Zidane llevó su guerra por dentro y cuando la sacó hacia fuera en la rueda de prensa de la madrugada de este domingo, ya la había ganado.