Real Oviedo y Real Valladolid disputaban en la tarde del 19 de mayo de 1996 un partido típico de los finales de temporada. Los locales no se jugaban nada, pero a los visitantes les iba la vida en el choque.
Después de una remontada histórica tras la salida de Rafa Benítez y la llegada de Vicente Cantatore, el Real Valladolid estaba fuera del descenso y debía ganar para depender de sí mismo en la última jornada.
Aquel domingo primaveral tuvo lugar el encuentro en el que ovetenses y vallisoletanos fraguaron la gran relación que une a ambos clubes. El Valladolid, que necesitaba ganar, se impuso por 3-8 en un partido que aún es historia del campeonato casi un cuarto de siglo después.
Y lo es porque nunca han vuelto a ser señalados seis penaltis en un solo partido. Y porque probablemente no haya vuelto a haber una actuación arbitral tan desastrosa como la que firmó Japón Sevilla aquel lluvioso domingo.
Al descanso se llegó con 2-1 a favor del Real Oviedo después de que el colegiado señalara dos penaltis inexistentes por parte local y uno bastante claro por la visitante. En el camino, a Raúl Ibáñez le anularon una diana legal y Christiansen (2) y Peternac (1) pusieron los tantos.
La locura llegaría tras el paso por las duchas y especialmente en los últimos minutos de partido. Del 2-1 se pasó al 2-6 con el que se encararon los últimos cinco minutos. Entre medias, dos expulsiones para los ovetenses y tres penaltis más, uno claro y dos inexistentes.
En total, seis penas máximas de las que solo dos parecieron ser evidentes, una cifra que no se ha vuelto a igualar. Carlos (1) y Quevedo (3) redondearon el 3-8 final, en tanto que Peternac, que hizo otras cuatro dianas en la segunda parte, tres de ellas de penalti, sigue siendo el jugador que más penaltis ha marcado en un solo partido de toda la historia de la Liga.