Más allá de lo incontable, de lo intangible, de su sonrisa, su personalidad, la gran cola de amigos que deja en el fútbol, también existe un gran currículo en la vida deportiva del 'Niño', que finalizó este viernes en el Sagan Tosu-Vissel Kobe.
El final fue agridulce, un horrible 1-6 en casa y sin gol, pero ante el 'consuelo' de la exhibición de su gran amigo Iniesta en solo 45 minutos de juego. Fue el partido profesional número 878 en su carrera.
En Japón 'únicamente' pudieron cantar siete tantos en los 40 partidos que llegó a jugar allí. Pero también dejó en su exótica aventura su marca de la casa.
Como en Milan (diez partidos, un gol) o sus dos grandes amores ingleses. Si parecía que en el Liverpool ya había tocado techo (142 encuentros, 81 goles), con el Chelsea amasó tres títulos, uno de ellos el más importante de su carrera, la Champions, merced a 172 partidos y 45 tantos.
El Mundial y las dos Eurocopas con la Selección Española, en la que participó dejando 38 tantos en 110 entorchados (solo Villa y Raúl marcaron más veces que él), componen los años más bonitos en cuanto a títulos.
Pero su gran hogar siempre será el Manzanares. El Vicente Calderón apiló la mayoría de sus grandes días desde que debutó en Segunda. 130 celebraciones en 404 encuentros que fueron gota a gota puliendo el mito para el aficionado 'colchonero'.
Y lo que no se mide en datos. Porque cuelga las botasun tipo ejemplar, repleto de valores. Sus palabras siempre fueron modélicas, para guardar en un cofre. Toda su vida es un homenaje al sentido común.
Los grandes 'cracks' del fútbol, en general, no saben retirarse a tiempo. Siempre se van enfadados con el mundo, con la vida y con el director general de turno. Su relación con ‘los corbatas’ siempre es tormentosa.
Fernando Torres rompe ese tradición. Se supo ir a tiempo siempre de sus empresas. Moduló su recta final con ojo clínico. Y ahora, teniendo incluso un año más de contrato en Japón, dio una penúltima lección de vida, adelantando su adiós al fútbol.
El gran privilegio en la vida de los humanos es llevar uno mismo el volante. Acelerar y frenar cuando uno quiere. No está al alcance de todo el mundo. Fernando Torres dirige su vida con una inteligencia emocional que abruma. Como jugador ha sido descomunal. Valiente, con un cambio de ritmo frenético, una intuición fuera de lo normal y una precisión ante el gol de cirujano. Él devolvió a España el crédito en el mundo con su obra de arte en Viena.
Lo fácil es que le pidan volver al Atlético de Madrid ya desde algunos sectores. Fernando Torres desactiva esa bomba con naturalidad. Ahora no toca. ¿Por qué? Porque es la hora de la formación. No de ocupar cargos sin contenido. Es el momento de incorporar conocimiento fuera del campo. Ya sabe lo que es la industria del entretenimiento desde dentro. Ahora, apunta al conocimiento. Fusionados ambos conceptos, conocimiento y entretenimiento, será lo que él quiera en la vida.