Si la madre del Atlético de hasta ahora, el que aburría hasta hace solo unas semanas, viera este 5-1, a buen seguro que entonaría esa frase de "a este niño me lo han cambiado". La versión conformista y de a verlas venir que hacía que las primeras partes fueran directamente inútiles fue borrada por completo por todo lo contrario. Los del Cholo salieron a por todas, arrasaron a un rival al que le tiemblan las piernas, pero al que hay que hacerle seis. Y este Atleti se los hizo.
En el lado contrario, para la madre del Sevilla, será una desgracia que su hijo siga exactamente igual. "Este niño no se enmienda", podría protestar. Y con razón. El equipo andaluz puso muchas facilidades en los dos primeros goles y confirmó, una vez más, que no queda ni rastro de ese hexacampeón que va a tener que andar mucho más espabilado y certero para salir del barro.
Como decíamos, el cholismo más puro había desaparecido lentamente en las últimas semanas. No fueron pocos los partidos en los que los rojiblancos se pasaron la primera mitad sin arriesgar, de forma contemplativa y, casi como si de un vago se tratase, esperando que las cosas ocurriesen por méritos o deméritos de otros, pero no suyos.
En esta ocasión, los 'colchoneros' cogieron el toro por los cuernos desde el principio. Es verdad que el toro se tumbó, le bramó y le invitó una y otra vez a que lo tomara de las astas. Y es que el Sevilla, con dos pérdidas evitables, facilitó dos buenos tantos (sobre todo el segundo) que empezaron a encarrilar el triunfo local.
Dos pérdidas para comenzar a desangrarse
Llorente avisó en el 19' con un disparo al poste. La defensa visitante ya empezaba a hacer aguas ante un ambicioso y potente Atleti. Y en el 23', llegó el 1-0. El Sevilla la perdió en campo contrario por un error de Suso y Koke se la dio a Griezmann. El francés filtró un pase entre centrales y encontró el desmarque al espacio a Memphis, que batió a Bono para poner el 1-0 en el Metropolitano.
Y aquí estuvo la gran diferencia. El Atlético no se conformó. No se tiró atrás. Olió sangre y se relamió. Y de ahí nació el 2-0. Otra pérdida sevillista acabó con el balón en los pies de Llorente. Montó el contragolpe y jugó con Memphis en la frontal para que este se hiciese hueco y, con la derecha, clavase un zapatazo en la escuadra izquierda de Bono.
Curiosamente, fue entonces cuando se vio la mejor versión del Sevilla. Dio un paso adelante ante un rival que, ahora sí, se permitió el lujo de retroceder y recargar fuerzas. No es lo mismo hacerlo con 2-0 que con un 1-0. De hecho, de haberlo hecho con la mínima ventaja, al descanso no habría llegado por delante en el marcador, ya que En-Nesyri, tras muchos minutos de más balón que ideas de su equipo, recortó distancias. Gueye se internó por la izquierda y mandó un balón al área chica, donde no falló el delantero marroquí.
Vía rápida y a disfrutar
Otra vez se vio el Atlético en la tesitura de la renta mínima. Y otra vez decidió no encerrarse. La actitud fue la de sentenciar el partido, algo que consiguió antes de permitirse una de las mayores noches de diversión que se recuerdan en el Metropolitano.
Apenas ocho minutos se habían jugado del segundo tiempo cuando Griezmann convirtió su partido de muy bueno en excelso. Le pegó desde la frontal después de jugar con la cabeza con Koke, el asistente, que se la devolvió de primeras. El francés soltó un zurdazo del que salió la pelota quieta en su rotación mientras se acercaba con toda la violencia posible a un Bono que llegó a rozar la bola, pero que no pudo despejarla.
Pudo volver a meterse el Sevilla en el partido, pero cuando no está para uno, no está. Savic le regaló la pelota a Ocampos en la frontal del área y Suso, para el que abrió el argentino, llegó solo por la parte derecha del área para tirar por encima del larguero. Era clarísima. Pero no entró.
Pasaban los minutos y el partido estaba visto para sentencia. Pero aún más lo estuvo en la recta final. Simeone metió a Morata (Memphis se fue ovacionado en su primera titularidad) y este se unió a la fiesta con un doblete. Pero primero, Pablo Barrios, que también entró desde el banquillo, asistió de forma magistral a Carrasco para el 4-1, un resultado que estuvo a punto de durar solo cinco minutos en el marcador.
Y es que, en el 74', Rakitic desperdició un penalti. Mandó la pelota al palo y el 4-1, en vez de durar cinco minutos, duró siete. Fue entonces cuando comenzó el ratito de Morata. En el 76', Griezmann encontró al '19' en el área con un balón picado. El delantero se topó con Bono en su primer remate, pero la pelota le cayó en los pies, ya sin portero, y, con rabia, remachó a centímetros de la línea con un pepinazo.
El Sevilla, para colmo, perdió para Almería a Gueye por roja tras ver la segunda amarilla y a Montiel, que estaba apercibido. Y para redonear una noche para olvidar, Morata clavó aún más el puñal con el sexto, un golazo que logró tras irse de Nianzou con un amago y poner la pelota cerca del larguero con un zurdazo.