Ante la posibilidad de que ambas se quedasen fuera, Croacia y Escocia nos brindaron un partido espectacular, dramático hasta que el combinado ajedrezado lo sentenció. Escocia fue todo corazón, pero su rival resultó ser muy superior.
Hubo tensión hasta que Modric quiso. Escocia puso de su parte desde el primer minuto, e intentó imprimir al juego un ritmo elevado, eléctrico. Croacia intentaba darle pausa al juego, quizá creyendo que los suyos se desenvolverían mejor conforme la presión y la ansiedad aumentasen.
Dispuso de un par de buenas ocasiones Escocia, pero evidención también desde el primer momento su falta de acierto de cara a gol. Algo de lo que no adolece Croacia.
Avisó una vez el cuadro balcánico, pero no dos. Fue en una acción que comenzó con un balón colgado al segundo palo, el cual Perisic devolvió al punto de penalti, desde donde Vlasic, un tormento para la zaga escocesa, remató para hacer el 1-0.
El gol demolió a Escocia. Hampden Park, animoso desde el primer minuto, se sumió en un silencio sepulcral, como si los propios aficionados supieran lo que estaba por venir, habida cuenta de lo que le estaba costando a su equipo marcar en esta Eurocopa.
Escocia entró en una mala dinámica, pero por suerte para el espectáculo poco a poco fue recomponiéndose anímicamente, hasta volver a merodear el área rival, pero sin hacer sufrir a una Croacia que supo muy bien cómo debía jugar a su rival.
Pedía a gritos el descanso Escocia. Descolocados sobre el campo, Croacia cada vez jugaba más y más cómoda, pero ocurrió algo del todo inesperado: Escocia marcó. Fue McGregor, en la primera llegada en muchos minutos de su selección. Cazó un rechace en la frontal y anotó el 1-1.
Ese resultado mandaba a casa a ambas, por lo que de poco valía más que para que las dos sintieran que les tocaba volver a empezar. Pero eso sería en la segunda mitad. El descanso llegó antes de que Escocia pudiera hacer mella en su rival.
La segunda parte siguió más o menos el guión de la primera, pero tuvo un protagonista claro y definido, Luka Modric. De sus botas brotó el segundo de Croacia, y de ellas nació el tercero. Gol y asistencia para sentenciar el partido y acallar de una vez por todas Hampden Park.
El partido, que amenazaba con romperse (y eso solo podía favorecer a la caótica Selección Escocesa), fue liquidado por el capitán croata. Anotó el 2-1 cuando mejor estaba su rival, un salvaje disparo con el exterior del pie desde la frontal, en el 62'.
Y en el 77', cuando parecía que de nuevo Escocia se recomponía en busca de un nuevo empate (el cual hubiera apeado a ambas), asistió desde la esquina a Perisic para que este hiciera el 3-1 definitivo.
Escocia, que debía entonces marcar tres goles para pasar (o dos para ser el perro del hortelano), cayó en el desánimo, aunque siguió buscando, sin demasiado convencimiento, la forma de maquillar el resultado.
No fue capaz. Croacia se metió en octavos, y lo hizo como segunda de grupo, gracias al triunfo de Inglaterra y a estos tres goles, que le permitieron igualar el goalveraje de República Checa, mejorándolo por el hecho de haber anotado un tanto más que los centroeuropeos.
Escocia se despidió de la Eurocopa con una nueva decepción. Otra participación más en un gran torneo sin pasar de la fase de grupos. Hampden Park rugió una vez más, para aplaudir la entrega de los suyos, demostrando que, pese a todo, la hinchada, que por fin ha vuelto a los estadios, siempre estará con ellos.