Ambas selecciones llevaron a gala su fama de ser equipos que atacan más que defienden. Pero no se puede decir que se trata de los que atacan mejor. Porque el partido acabó en un pimpampún de tiros al aire que, en otro contexto, podría haber dejado el partido más bonito en lo que va de Copa África.
La tensión por la clasificación puede que atenazara a ugandeses y zimbabuenses, aunque el sabor fue mucho mejor para los locales, que quedan muy cerca de la clasificación merced a sus cuatro puntos, y a expensas del choque de Egipto contra el Congo. Zimbabue, por su parte, tiene serias opciones de clasificación si vence en el último partido.
La cuestión es que el empate debió ser a más goles. Y eso que el primero llegó pronto. Okwi, a escasos cuatro metros de la línea de la línea de gol, remachó un balón despejado por Chigova tras misil lejano.
El 1-0 ni mucho menos hundió a Zimbabue. Al contrario, le permitió dar un paso adelante. Tras algún susto, y cuando el marcador parecía intacto en el descanso, llegó la buena definición de Billiat, aunque el gran mérito no fue suyo.
Ni siquiera de Karuru, su asistente con pase de la muerte. Fue Musona, con un pase de pecho, quien permitió el rápido contragolpe.
Eso sí, fue solo maquillaje para el atacante del Lokeren, quien previamente al empate ya había mandado a las nubes una acción en la que tenía todo a favor para haber marcado.
En el minuto 51 tocó fondo. O palo, mejor dicho. Karuru lo hizo todo bien por la derecha y le regaló el tanto de la remontada. Pero dentro del área pequeña, y sin portero, mandó al travesaño el remate. Imperdonable.
Ese fue el comienzo oficial del festival de ocasiones marradas. Kaddu, casi emulando a Musona, enganchó de volea un paradón de Chigova, pero la mandó incomprensiblemente arriba.
La derrota habría eliminado a Zimbabue. Sin embargo, en la última acción del añadido, un robo con contragolpe voraz lo mandó fuera Rusike cuando tenía dos compañeros en el área para haber disparado en posición más franca.