El Barcelona volvió a poner de manifiesto que el fútbol es un estado de ánimo ante el Cádiz. El PSG dejó tocado un proyecto que parecía en pleno crecimiento y los de Álvaro Cervera se apovecharon del reciente bajón anímico de los 'culés'. El Barça se adelantó, lo tuvo en la mano, no sentenció y el Cádiz repitió la hombrada de la primera vuelta en el Camp Nou a base de fe y confianza en sus posibilidades.
Y eso que de salida Ronald Koeman dio la oportunidad de redimirse al mismo once que fracasó ante el equipo galo. Parecía la ocasión perfecta para que el Barça se reenganchara a la Liga y demostrara que, al menos, el nivel actual le daba para pelear por el título en España.
Nada más lejos. El Barça volvió a jugar muy lento, no tuvo ni ritmo ni fe y perdonó demasiado. No aprendió la lección de la primera vuelta y volvió a tirar demasiados minutos ante un Cádiz ilusionado y con las ideas muy claras.
El partido volvió a jugarse de acuerdo al guion que plantearon los visitantes, algo que ya viene siendo habitual en los últimos tiempos en el Camp Nou. El equipo de Cervera volvió a plantar una muralla y esta vez atacó incluso aún menos que en el choque del Carranza. 81% de posesión tuvieron los 'culés', que tiraron la friolera de 12 veces por las apenas dos -y solo una a puerta- que lo probó el Cádiz.
Un gol envenenado
El tanto de penalti de Messi, que superó a Xavi con un par de récords debajo del brazo, no le hizo ningún bien al Barça, que vio el partido ganado desde demasiado pronto. Y eso que Sobrino casi empata nada más sacar de centro en la única vez que el Cádiz se asomó en los primeros 45 minutos.
Tampoco el Barcelona estuvo mucho más certero. Koeman ni logra mejorar la puntería ni tampoco las prestaciones defensivas de los suyos. Dembélé y Messi se repartieron las ocasiones de la primera parte y al conjunto 'culé' le anularon dos tantos por fuera de juego de De Jong y de un Antoine Griezmann con la cabeza en Francia.
El Cádiz salió con nuevos bríos tras el descanso, pero enseguida volvió a su plan de juego. Se dejó dominar, confió en que el Barça se aburriera y esperó que las dudas aparecieran. Y todo le salió a pedir de boca.
A Dembélé se le escaparon un par de ocasiones por sus excesivos requiebros y Messi perdonó allí donde antes era infalible. Los cambios de Koeman, casi programados de antemano, tampoco ayudaron al equipo. Riqui Puig tuvo la más clara en un disparo con rosca que fue el epílogo de las ocasiones del Barça a cinco del final.
Aquel era el momento justo en el que los gaditanos habían decidido apretar. No necesitaron ni colgar balones, porque este Barcelona se complica la vida solo. Tras una acción a balón parado, Lenglet se lió al despejar un centro con escaso peligro que no logró sofocar la zaga azulgrana y pateó a Sobrino. Álex Fernández, experto, no perdonó para el 1-1.
Luego llegaron imágenes cada vez más habituales en este Barça en decadencia. Jugadores cabizbajos, bronca de Piqué, un Messi ausente... así que los 'culés' no pudieron ni asustar a Ledesma en el largo añadido. Cuando no debían fallar para volver a soñar con LaLiga, volvieron a tropezar. Un nivel que no dio para la Champions, ya complicó las cosas mucho en Copa y que no parece que le vaya a dar tampoco a los azulgranas para pelear por el título liguero.