Por actuaciones como la de Alemania -a excepción del patoso penalti de Süle- se elige a un equipo favorito antes de los partidos. Los de Joachim Löw derrotaron a una Ucrania que, si bien no fue desastrosa, sufrió debido a su inferioridad teórica llevándola a la práctica.
La evidencia más clara fue el gol de Goretzka, el segundo de los locales. El portero, Bushchan, soltó la pelota sin razón aparente y facilitó que el tanque del Bayern de Múnich lo mandara al fondo de las mallas de cabeza. Pero, para entonces, ya iban por detrás en el luminoso.
El buen arranque local dio buena cuenta de ello. Draxler, Kroos y Kimmich formaron una asociación equilibrada y distributiva en zona medular. Halstenberg funcionó a pesar de que no tiene tanto renombre y Klostermann y Gnabry eran muy insistentes.
Pero fue Ginter, un defensa, quien abrió la lata. Aprovechó un gran pase raso al corazón del área de Rüdiger y sorprendió al cancerbero, que estaba demasiado cerca como para reaccionar. La reacción ucraniana no llegó hasta el tramo final, cuando ya caían por 0-2.
Y la lideró Malinovskyi. Materializó una patosa pena máxima que Süle cometió. No tenía necesidad de entrar tan duro, pues Neuer estaba en su sitio para intentar frustrar la intentona y vencían de sobra. El atacante del Atalanta no perdonó e hizo el 1-2 definitivo.
Victoria profesional, en definitiva, de los de Joachim Löw. Aguantaron el chaparrón rival del tramo final, motivado por el tanto del honor, y volvió a controlar los tiempos en cuanto pudo. Gnabry pudo poner la sentencia, de hecho, pero el meta sí que acertó esa vez y evitó males mayores.