La vigente campeona, del Mundo, de la Confederaciones y de Europa sub 21, se marchó a las primeras de cambio. Con integrantes de esos tres equipos triunfadores entre 2014 y 2017.
Venía de enlazar cuatro semifinales consecutivas en los Mundiales. Nunca en la historia de la gran cita Alemania había caído en una fase de grupos. En 1938 fue apeada en la primera fase, si bien por entonces no existía el actual formato. Igualaron con Suiza y, en el choque de desempate, perdieron 4-2.
Ya le pasó a España en el Mundial anterior. Ese gafe de la ganadora de la anterior edición. Los entonces dirigidos por Del Bosque al menos podía esgrimir que el buen nivel de Chile y Holanda les dejó atrás. Ni México, ni Suecia ni mucho menos Corea, eran rivales temibles.
Pero se quedó fuera. Incapaz de hacerle un tanto a la débil Corea del Sur. Cayendo por 2-0. ¡Acabando la última de su grupo! Dejando la imagen de que ni un partido de 120 minutos le habría dado posibilidades, pese a lo que arriesgaron los asiáticos.
La remontada milagrosa de Kroos ante Suecia pareció el despertar de la bestia en el ecuador del grupo. Ese pellizco de fortuna para entrar en combustión, ese magnetismo de las musas que siempre se asocia a 'la Mansschaft'. Pero no. Fue una mentira.
La sensación de impotencia, de falta de gol, fue continua durante la fase de grupos. México fue mejor, ganó con justicia. Apenas la falta de gasolina en el tramo final dio algo de vida a los de Löw. Aunque fue más una sensación de falso dominio que de peligro real.
Rodarán cabezas tras la eliminación, muy probablemente. Puede que sea el turno de que Joachim Löw, siempre venerado, tenga que dar un paso al lado.
Jugadores como Özil, Neuer, Boateng, Hummels o Mario Gómez están en la treintena, cuesta verlos en el Mundial de Catar. Es una decepción tremenda que costará digerir muchísimo en un país acostumbrado a los grandes éxitos. Porque Alemania, el 27 de junio de 2018, dejó de ser Alemania.