Esa misma demarcación la ocupa el padre en sus partidos informales con amigos y, para garantizar la continuidad de la tradición familiar, también comienza a proyectarse el hermano del número uno de la Roma y la Selección Brasileña.
Alisson lleva sangre alemana en las venas, aunque nació con la 'guinga', esa cadencia con la que los brasileños explican la capacidad fina para dominar el balón y regatear sin despegarlo de sus botas.
En suma, es una mezcla de portero elegante y sobrio de corte europeo que bien pudo haberse dedicado a la moda y las pasarelas, con un jugador 'potrero' que sabe desgranar rivales en una sola baldosa como si fuera un delantero, aunque no siempre fue un príncipe azul para el fútbol.
Comenzó siendo, digamos, un 'patito feo', ya que de niño era bajito y regordete, dos características que antaño bastaban para ser condenado a ocupar la portería.
Pero con disciplina férrea y condiciones innatas, además del ADN familiar, se fue involucrando en el fútbol hasta convertirse en un "Pelé de los porteros".
Así le definió semanas atrás en la concentración en Teresópolis Claudio André Taffarel, titular de la selección que conquistó el Mundial de 1994 y entrenador de los guardametas de la 'Canarinha'.
A días de debutar en un Mundial de fútbol, Alisson Becker es un hombre que demuestra admiración por un lado y envidia por otro, pues pocos pueden sentir el privilegio de recibir tantos piropos como pretendientes.
"Estoy centrado en la selección. Llevo pensando en el Mundial desde que empezó la temporada. Es mi representante el que cuida de mis asuntos. Él habla con la Roma y veremos qué pasa y qué es lo mejor", declaró el martes pasado el ex jugador del Internacional de Porto Alegre.