El banquillo alegra la noche a Pirlo

Juan Ribón hace 3 años 5.7k
Morata hizo el primer tanto, a pase de Bernardeschi. AFP

Se le atragantó el Spezia a la Juventus hasta que Andrea Pirlo movió su banquillo y metió al campo a Bernardeschi y Morata. En el primer balón que tocaron, asistencia y gol. Y a partir de ahí todo fue rodado.

Se resiste la Juventus a tirar la toalla todavía. Luchó, sudó, tuvo sus problemas y carencias, pero acabó ganando por su superior pegada al terco Spezia. Necesitó Pirlo, eso sí, de sus suplentes para lograrlo. En concreto, de Bernardeschi y Morata.

¿Por qué es Bernardeschi suplente en la Juve? Solo Pirlo lo sabe, pero lo cierto es que cuando le usa de revulsivo, funciona. Y vaya cómo funciona. Entró para desatascar el partido junto a Morata y necesitaron solo de un minuto y una jugada para lograrlo.

Fue un partido extraño, al menos para la Juve. Trató de mandar desde bien temprano, pero se topó con un Spezia contestón, que respondía al fútbol asociativo de su rival con balones largos y carreras a la espalda de la defensa.

La Juve se mostró incapaz de inquietar (en exceso) a Provedel, pero tampoco sufrió demasiado porque el Spezia estaba especialmente negado en el último tercio de campo.

Aún así, a la tónica general hay que ponerle matices. Porque la primera, clara, fue del Spezia, pero también porque en el 10' a la Juve le fue anulado el primer gol, un tanto de Chiesa en el que arrancó en claro fuera de juego.

Porque Chiesa fue el único de blanco y negro que parecía tener las ideas claras. El único que aportaba algo de mordiente al partido, y el que generaba todo el peligro.

Los minutos fueron pasando hasta llegar al 'status quo' antes mentado. La Juve no sabía cómo hincarle el diente a la defensa rival, y el Spezia no lograba dar el golpe a la contra.

Poco a poco, muy poco a poco, de hecho, la Juve logró imponer su ritmo de juego y encerrar al Spezia, primero en su campo y, en los últimos minutos del primer tiempo, en su área.

Así llegó la segunda ocasión clara del partido, el tiro de Cristiano Ronaldo a la madera, en el minuto 42. Fue el pistoletazo de salida de lo que iban a ser unos minutos de verdadero agobio para el Spezia.

Por suerte para los hoy visitantes, el descanso llegó antes de que su castillo de naipes se desmoronase ante el empuje juventino, pero el segundo tiempo comenzó sin que su técnico fuera capaz de poner remedio a la sangría que habían sido esos últimos compases.

Metió una marcha más la Juve tras el descanso, y el Spezia se vio obligado a renunciar al poco fútbol ofensivo que generaba. Empezó a ver con buenos ojos el empate, y a cruzar los dedos porque Cristiano, que había dado un par de avisos, no centrara el tiro en una y abriera la lata.

Pero no fue él. Fueron los actores secundarios. Fue Federico Bernardeschi. Fue Álvaro Morata. Ambos suplentes, Pirlo los metió al campo en el 61', y un minuto más tarde, con el primer balón que tocó el italiano, el español, también con su primer contacto con el cuero, deshizo el empate a cero.

El gol se celebró con suspense, porque el VAR estaba trabajando. Era posible que Bernardeschi estuviera adelantado a la hora de recibir el pase con el que se originó la jugada, y tras unos minutos de tensa espera, el árbitro recibió el visto bueno desde la Sala VOR y validó el tanto.

Llegaron, y besaron el santo. Y qué duda cabe que su irrupción en el terreno de juego cambió de cabo a rabo el partido. Morata y Bernardeschi generaron peligro cada vez que tocaron balón, pero sería el segundo quien acabara resultando más incisivo.

Porque poco después, en el 71', tras una nueva buena internada por la banda izquierda, Bernardeschi logró conectar con Federico Chiesa en el corazón del área, y este, a la segunda y desde el suelo (pues su primer tiro, a quemarropa, se lo detuvo, providencial, Provedel), hizo el segundo.

El gol de la tranquilidad, sobre todo tras lo sufrido hace apenas unos días en Verona. La Juve respiró aliviada, y el Spezia no tuvo más remedio que irse con todo arriba. Los cambios, ofensivos, desprotegieron a la zaga visitante, y en una contra casi con el tiempo cumplido llegó la sentencia.

La lanzó, quién si no, Bernardeschi, quien regaló el gol a un Cristiano que ya estaba en plan frustrado, pero que agradeció a su compañero que le permitiera marcar su vigésimo gol del curso.

Parecía que el partido estaba resuelto, pero no. El VAR estaba juguetón, y en la última acción instó al colegiado a pitar un penalti que Szczesny acabó deteniendo a Galabinov, para evitar así que el Spezia pudiera maquillar aunque solo fuera un poco el marcador.

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