El fútbol es un deporte en el que no se puede tener el mínimo despiste. El Barcelona pasó de la alegría más absoluta a la tristeza o la desazón que provocó la derrota en el estadio de Riazor ante un combativo Deportivo de La Coruña.
Las aguas en el fútbol siempre vuelven a su cauce. El equipo de Luis Enrique se plantó en el césped del 'nuevo' Deportivo de Pepe Mel para dejarse el liderato en tierras gallegas. En cuatro días, el Barcelona ha pasado de una de las mejores versiones de juego a quedarse atrancado bajo la lluvia con la falta de lucidez que se agotó ante el Paris Saint-Germain.
El director técnico asturiano volvió a su costumbrista dibujo táctico, es decir, el 4-3-3, pero esta vez hubo grandes rotaciones el once inicial. No estaba Iniesta, Umtiti, Neymar... Al delantero brasileño se le echó de menos mientras estaba celebrando el cumpleaños de su hermana, aunque la fiesta fue agridulce.
En un ejercicio de profundo trabajo del Deportivo, Bergantiños fue el último brazo ejecutor que caló, como la lluvia, en la clasificación de LaLiga. Dos puntos son los que separá al Real Madrid y al Barcelona, pero se debe resaltar que al equipo blanco todavía le queda una bala en la recámara debido al partido ante el Celta que se aplazó por el temporal.
La victoria y la histórica remontada ante el PSG ha sido efímera, puesto que ya se debe mirar hacia un liderato perdido y al siguiente rival en la Champions League. No hubo continuidad y el Barcelona regresó a la tierra con un equipo plagado de suplentes que no supieron plagiar la sed que tuvieron los mejores ante el PSG el pasado miércoles.