¿Se acuerdan de David James? Sí, ese portero inglés de los años 90 y primeros 2000, famoso por hacerte una buena parada y en la siguiente jugada regalar un gol al rival con una salvaje cantada. Pues hubo un día que jugó de delantero centro...
Pongámonos en situación. Es el año 2005. Un 15 de mayo, y el Manchester City se enfrenta al Middlesbrough en la última jornada de la Premier League.
Si el City ganaba, arrebataría la séptima plaza al 'Boro', y jugaría la Copa de la UEFA (que es como entonces se conocía a lo que hoy es la Europa League).
Pero el partido no fue como el City quería. Este City pre-jeque distaba mucho del temible equipo que es hoy en día, claro. Iba perdiendo desde el minuto 23, cuando Jimmy Floyd Hasselbaink marcaba un tanto que llenaba de tranquilidad al 'Boro'.
Musampa empató el partido nada más reanudarse la segunda parte, pero el City no remató la faena. Y entonces, a dos del final, a Stuart Pearce, el entrenador de los 'citizens' entonces, se le encendió la bombilla.
Una genialidad. Llamó a Nicky Weaver, y el portero suplente se dispuso a entrar. Pero en el tablón no apareció el '1' de David James. Aparecía el dorsal del centrocampista Claudio Reyna.
El plan de Pearce era sembrar el caos, y vaya si lo hizo. Este cambio provocó que el City tuviera un alargue bastante generoso para lograr el gol. Porque James tuvo que cambiarse de camiseta y quitarse los guantes. Un par de minutos que llegaron que ni caídos del cielo al City.
"Estaba el sábado sentado en casa, y me pregunté que qué debía hacer si el partido llegaba al final empatado y tenía que alargarlo", explicó Pearce. "Tengo un buen delantero, Jon Macken, al que no le gustó nada la decisión, pero quería desordenarles y lo logré. Vaya, descoloqué a todo el mundo, a ellos y a nosotros", comentó tras el partido.
Macken asistió atónito al cambio. Y seguro que no pudo contener una sonrisa cuando vio a 'Calamity' James sembrando el caos en la frontal del área, jugando con el balón como un cervatillo recién nacido.
"Corría como un avestruz sin cabeza", escribió entonces 'The Guardian' en la crónica del partido. Fueron poco más de cinco minutos, pero fueron gloriosos.
Tuvo tres ocasiones, dos tiros rematadamente malos y ese amago de volea que aun hoy causa hilaridad, y demuestra cuál fue el nivel de confusión que introdujo Pearce con el cambio más original e inesperado de la historia del fútbol.