Un chute de adrenalina. Eso fue el 0-3 del Málaga en Leganés para un vestuario tan necesitado de alegrías después de la confianza que había perdido con los malos resultados. Y Pablo Guede les brindó todo lo necesario para conseguirlo. Creer para ganar, remar para creer.
Unión. Ese es el primer mensaje que quiso transmitir Pablo Guede a su llegada a la Costa del Sol. El mismo que intentaron conseguir otros entrenadores en el pasado, pero sin tanta fuerza, por lo que genera y por quién es, que el argentino. Y le ha acompañado esa pizca de suerte necesaria para dar el golpe de efecto en el momento más oportuno.
2-2 ante todo un Valladolid y 0-3 en Leganés. Una base que da más fuerza a su discurso, a su idea y sobre todo a esa voluntad de querer un equipo acompasado, que reme en la misma dirección y que vaya en sintonía con la afición. Y para ello, primero necesitaba un vestuario sano y unido. Sin discrepancias, sin malos rollos y donde premie el colectivo por encima de lo invididual.
Y ya se empieza a ver. El Málaga se llevó los tres puntos de Leganés por coraje, disciplina, ímpetu y fútbol también a ratos. Pero los primeros condicionantes fueron incluso más influyentes. El equipo anhelaba de verdad una victoria porque lo merecía como grupo. Y así lo celebraron los futbolistas al término del partido en el vestuario en una foto que compartió Peybernes en sus redes sociales.
Todos juntos, con rabia contendida después de esperar tanto tiempo por una victoria que aporta todo lo contrario: tranquilidad. Los canteranos, los que incluso jugaron menos o ni siquiera lo hicieron. La piña que buscaba Guede con esos almuerzos improvisados a modo conjura. Todo influye. Eso también forma parte de su secreto para levantar esto.
Ha convencido al vestuario con su metodología y los ha unido emocionalmente. Todavía queda para sellar el objetivo, pero es mucho más fácil así que remar a contracorriente.