Costel Pantilimon, guardameta del Nottingham Forest, tiene una habilidad muy poco común en los futbolistas: domina el lenguaje de signos. Y es que el portero tuvo que aprenderlo a la fuerza debido a que sus dos padres son sordos.
La carrera del guardameta Costel Pantilimon no ha sido precisamente un camino de rosas. Y es que a lo largo de su trayectoria, el rumano ha tenido que ir superando numerosas dificultades.
Su gran altura siempre ha llamado la atención (2,03 metros), aunque sus entrenadores en muchos casos dejaron pasar desapercibido al espigado meta, especialmente durante su etapa en el City.
Sin embargo, el camino de superación y perseverancia del hoy día meta del Nottingham Forest se remonta más allá de sus inicios en el fútbol.
Y es que desde muy pequeño Pantilimon está acostumbrado a romper barreras, estando las primeras en casa durante su infancia, ya que tuvo que aprender el lenguaje de signos.
No lo hizo precisamente por una dificultad personal en el aprendizaje, sino porque sus progenitores son sordos. Tanto su padre como su madre.
"Todo es consecuencia de un accidente que sufrieron en su infancia. Tuve que aprenderlo para poder comunicarme a la perfección con ellos", relató en su momento el jugador en 'The Guardian'.
A pesar de esta dificultad, Pantilimon supo sobreponerse y salir adelante junto a sus padres, a los que siempre agradece todo lo que han hecho por él.
"Ambos trabajaron duramente en una fábrica de material aeronáutico para que yo pudiera dedicarme desde los 14 años a mi sueño de ser futbolista profesional. Lo más importante para mí es verles orgullosos por todo lo que he conseguido en el mundo del fútbol", comentó.
Para alegría de Pantilimon y sus padres, las nuevas tecnologías les han permitido mantener el contacto en la lejanía.
"Hablamos todos los días gracias a las nuevas tecnologías, sobre todo a Facetime. Tanto mi mujer como yo nos manejamos sin problemas con el lenguaje de los signos y ellos son capaces de leer los labios si no hablamos demasiado rápido", confesó Costel, orgulloso de sus habilidades y, sobre todo, de las dos personas que le dieron la vida.