Goles a la crítica
Gonzalo Higuaín anotó este fin de semana sus primeros goles con el Chelsea, acallando de golpe y porrazo a todos sus críticos y detractores, con los que siempre ha tenido que lidiar.
Tres partidos ha tardado Gonzalo Higuaín en sentir lo que es estrenarse como goleador con su nuevo equipo. Tres partidos en los que ha tenido que aguantar opiniones y críticas por doquier. Algo a lo que está más que acostumbrado.
Y es que Higuaín, a lo largo de su dilatada trayectoria, ha sido un goleador muy prolífico que siempre ha visto acompañados sus constantes tantos de murmullos y reproches.
La carrera del argentino en el Viejo Continente comenzó con su llegada al Real Madrid, club en el que anotó goles muy importantes hasta acumular la friolera de 121 con la camiseta blanca.
Pese a ello, la duda del aficionado siempre persiguió a Higuaín, que en 2013 decidió poner rumbo a la Serie A para comenzar su andaura en el fútbol italiano con el Nápoles.
El conjunto partenopeo fue en el único en el que el 'Pipa' se sintió casi siempre plenamente respetado en todos los ámbitos. Y es que sus 91 goles en 145 partidos no eran para menos.
Gonzalo era un dios en San Paolo, pero de la noche a la mañana pasó a convertirse en un demonio con su fichaje por la Juventus de Turín.
En la 'Vecchia Signora' siguió demostrando su gran olfato goleador, pero las feroces críticas regresaron al estar de nuevo en el centro de los focos.
Sus 55 goles en 105 apariciones con el club de Turín no le valieron para silenciar a sus detractores, que seguían sin poder tumbar la moral del argentino.
La llegada a Milan marcó un punto de inflexión para un 'Pipa' al que, por primera vez, pareció pesar tanta crítica, que afectó sobremanera a su rendimiento y terminó por hacerle salir rumbo a Londres.
Ahora, en Stamford Bridge, el ariete vuelve a empezar de cero y nada mejor para un comienzo que estrenarse con un doblete casi a las primeras de cambio.
Una gran noticia para Higuaín y nuevamente un golpe a la crítica. A su crítica, que seguirá tratando de hundir sin éxito a un delantero que no se cansa de golear.