Facundo Affranchino decidió marcharse el pasado mes de enero a Ecuador. Fue a probar fortuna en Olmedo, el centenario club de Riobamba. Pero el coronavirus echó al traste la aventura.
El futbolista argentino relató su odisea a 'Goal'. Estuvo tres meses en Riobamba, en los cuales no cobró ni un céntimo. "Lo que más me sorprendió, más allá del incumplimiento contractual o laboral, más allá de la bronca, fue el lado humano", empezó diciendo.
"Dejo de lado a la gente del Club Olmedo, pero sus dirigentes actuales nunca me llamaron para ver si estaba bien, nos bloquearon los teléfonos tanto a mi como a mi representante", añadió, asegurando haberse sentido completamente desamparado.
Desde el primer momento ya había algo que olía mal. "Tomé la decisión de irme porque la propuesta futbolística y económicamente me seducía mucho, me hicieron un contrato por dos años, dos temporadas, al que firmé junto con Mayra Argüello, presidenta de la institución", explicó.
"Las dos partes estábamos de acuerdo con ese documento. Hasta ahí, todo transcurría normalmente. Pasado el tiempo, tardaban en habilitarme desde la FIFA por un tema del transfer, yo ya tengo muchos años de experiencia, les dije qué tenían que hacer, pero ellos demoraron en pedir la habilitación correspondiente, me perdí dos fechas del torneo, a todo esto no me habían pagado ningún sueldo que recién lo harían cuando hubiese autorización y para ese entonces ya llevaba casi dos meses de deuda", afirmó a continuación.
Como era de esperar, ese tiempo estuvo viviendo de alquiler, el cual pagó con sus ahorros. Los días pasaban y desde el club solo le daban largas. Y entonces llegó el virus. "El tiempo seguía pasando y entonces fui a reclamar lo que me correspondía, me llamaron desde Presidencia y me hicieron una oferta: que 'rompiera ese contrato ya firmado' y arreglara por una temporada y con un sueldo reducido en un 50%", reveló.
"Me dijeron que sino no me iban a habilitar y yo lo que más quería era jugar, pero lo pensé en frío y me di cuenta que nada me garantizaba que me iban a pagar ni cumplir", apuntó después.
Él, como es lógico, se negó. Se aferró al contrato firmado, consciente de que si renunciaba a él se exponía a quedarse sin absolutamente nada, en un país que no es el suyo. Y Olmedo se desentendió de él.
"Apenas rechacé esa oferta se cortó la comunicación, tanto conmigo como para con mi representante. El vicepresidente me bloqueó del teléfono, la presidenta bloqueó a mi representante", explicó.
La pesadilla fue a más por culpa del virus. No podía volver a Argentina, al cerrarse las fronteras, y su familia tampoco podía enviarle dinero, al bloquearse los giros postales.
Mientras tanto, la pandemia hacía estragos en Ecuador, especialmente en Guayaquil. "Al que estaba infectado nadie lo iba a buscar, nadie lo atendía. Te recuperabas o te morías", afirmó, acerca de la situación en la segunda ciudad de Ecuador.
El club le hizo el vacío. Nadie se interesó por él, por su estado, por su salud, a diferencia de a sus compañeros. Finalmente logró dejar atrás esa pesadilla. Logró, a través de la Embajada Argentina, un asiento en un vuelo de repatriación.
Y ahora puede recordar, desde Argentina, cómo han sido los tres meses más largos y duros de su vida.