El Liverpool continúa anclado en la inestabilidad, pero pudo sacar adelante un partido vital ante el Burnley, que se adelantó y puso suspense en el tiempo de añadido. Dobletes de Mané y Firmino para seguir la estela del City y tomar oxígeno antes del gran duelo ante el Bayern.
Continúa emitiendo señales inestables. Sin embargo, tras tres empates consecutivos sin goles, volvió a emerger el poderío ofensivo del tridente de Klopp. Lo que iba para mal rato a los seis minutos acabó convertido en una goleada con asterisco.
Westwood dejó helado Anfield con un gol olímpico que sería más digno de elogiar de no ser porque Tarkowski cometió falta sobre Alisson y, de paso, mandar así otro recado de lo urgente que es el VAR en una gran liga.
Los fantasmas reaparecieron. Por suerte para el Liverpool, entre Firmino y Mané los espantaron en apenas diez minutos.
El brasileño sacó la caña de pescar en boca de gol después de que ninguno de los centrales pudiera despejar el centro de Salah. Mané, en franca posición dentro del área, cruzó el lanzamiento al segundo palo para obrar la remontada.
Los dos volvieron a ser protagonistas en la segunda parte. Firmino, que vive un romance con el gol en las últimas semanas, parecía sentenciar a los 67 minutos.
Sin embargo, Gudmundsson, cuando arrancaba el tiempo de añadido, arañó el resultado para dejar otros tres minutos de incertidumbre. Con el Burnley lanzado a por el 3-3, llegó el zarpazo definitivo de Mané para dejar el 4-2 definitivo.
Sigue sin tener las mejores sensaciones, pero la vuelta a la senda del triunfo permite a los de Klopp rearmarse de cara a la vuelta de Champions contra el Bayern. Hacer un gol en Múnich debe ser su objetivo tras el 0-0 de la ida.