No fue el partido de Neymar. El astro brasileño estuvo muy discreto, y conforme pasaban los minutos se le fue agotando la paciencia. No le salía nada, y acabó como siempre en estos casos, frustrado, lo que le llevó a soltar una patada a destiempo que le costó la amarilla.
El partido agonizaba y el PSG perdía. Neymar, la gran estrella de los parisinos, estaba desaparecido. Y él era consciente. No le salía nada, y acabó haciendo una de las suyas, soltarle un patadón a Lewandowski sin venir a cuento. Y claro, amarilla.
Es algo que le hemos visto hacer demasiado a menudo. Es lo que tiene el ego. Quería ser el héroe, y acabó siendo el villano. Neymar se fue quemando poco a poco, porque nada le salía, y, además, le cosían a patadas.
Y acabó estallando. En el 81' se le cruzó el cable, y soltó una patada a Lewandowski sin ningún sentido. Le cazó por detrás, sin posibilidad de jugar el balón. Le pegó solo por desahogarse.
La amarilla no admitió discusión alguna. En cuanto la soltó, se dio cuenta de lo que había hecho. Se arrepintió de inmediato, pero ya era tarde. E igual que le pegaron a él, él pegó.