Kiko Femenía es una anomalía de nuestro fútbol. Un jugador prometedor que, pese a pasar por las mejores canteras de España, no logró hacerse un hueco en ellas, para triunfar, ya en los últimos veintes, gracias a su esfuerzo y trabajo.
Kiko Femenía nació en Alicante hace 26 años. Se formó en el Hércules, pero pronto llamó la atención del Barcelona. Sin embargo, nunca llegó a dar el salto desde el filial.
Estuvo convocado para dos partidos, ante el BATE en Champions, y el Mallorca en Liga, pero nunca debutó. Decepcionado, aceptó lo que nadie pensaba que fuera posible, marcharse al Castilla, el primer filial del Real Madrid.
La cosa no fue mejor. Disputó sólo cinco partidos, y entonces comenzó su peregrinaje por un fútbol más modesto. Pasó una temporada en el Alcorcón y fichó por el Alavés, equipo en el que se asentó y que terminó el curso volviendo a Primera.
Fue en la temporada siguiente cuando despuntó. El Alavés sorprendió a propios y a extraños, y se metió en la final de la Copa del Rey. Femenía fue uno de los nombres propios de aquel equipo, y a nadie extrañó que llegado el verano se marchase de Vitoria.
Su destino, el Watford. Y allí, de la mano de Marco Silva y su defensa de tres, Femenía pasó de lateral a carrilero, el término medio, pues comenzó su carrera siendo extremo.
El Watford amenaza con ser la revelación de la temporada, junto al Burnley. Y Kiko Femenía quiere ser uno de los artífices.