Pasillo, lágrimas y partido parado en el histórico cambio de Buffon

José Luis Malo hace 5 años 84.7k
Buffon tuvo la mejor despedida. Besoccer

A la hora de encuentro en el estadio de la Juventus, su mítico portero protagonizó un hecho insólito en el fútbol: durante varios minutos, el juego se detuvo para que todos sus compañeros y el estadio al unísono despidieran al mito de la Juve.

No parece exagerado afirmar que 'Gigi' tuvo la mejor despedida de la historia. Al menos, durante un encuentro. Porque muchos otros se han llevado tremendas ovaciones el último día que visiteron una camiseta. Pero lo suyo superó cualquier expectativa. 

Más pronto de lo que se pudiera imaginar, a los 60 minutos, Massimiliano Allegri llamó a Pinsoglio para que entrara al terreno de juego. Pero él no era la noticia. El estadio se sorprendió y Buffon emprendió el camino a vestuarios, una escena ya de por sí inusual. Pero tardó bastante en llegar al banquillo. 

Primero, porque uno, por uno, sus compañeros se fueron abrazando y dándole las gracias por una trayectoria absolutamente romántico con la elástica 'bianconera'. 

Luego fueron los rivales los que no quisieron ser menos y mostrar una galantería muy propia de los italianos. Pero lo mejor tuvo lugar tres minutos después, cuando suplentes, titulares y demás miembros del cuerpo técnico, improvisaron un pasilllo para despedirle entre palmas.

Sin embargo, fueron las lágrimas el factor común a todos los que estaban en ese momento en templo juventino. De su familia, incluso de sus pequeños, de miembros del club, de seguidores anónimos, de niños pequeños. Y, cómo no, del propio Buffon. 

Sensiblemente emocionado (no era para menos), y alternando sonrisas con llanto y la mirada perdida, cinco minutos después de iniciarse su cambio se sentó en el banquillo. 

Allí, incapaz de digerir toda esa emoción, ni siquiera se quitó los guantes. Se sentó mirando al infinito, intentando canalizar tanta emoción.

El juego se reanudó. Buffon se fue a vestuarios. El mundo del fútbol italiano se paró. Así que qué menos que regresar al terreno de juego para estrechar, una a una, todas las manos de los aficionados que pudo en las gradas, quienes ya le habían recibido con un emocionante tifo.  

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