Julio Bascuñán no tuvo su mejor noche en el Arena do Gremio. Tenía en sus manos toda una final de la Copa Libertadores, pero la destrozó con un arbitraje nefasto que pasará al libro negro de la competición.
Por primera vez en la historia, toda una final de la Copa Libertadores contaba con el sistema de videoarbitraje. El polémico sistema en el que un colegiado puede pedir que se revise una jugada importante en la que tiene dudas.
Pero Bascuñán se olvidó del VAR y dio vía libre a los jugadores de ambos equipos para que dieran un espectáculo lamentable. Patadas brutales que quedaron sin amarilla, protestas desmesuradas a las que no hacía caso y un sinfín de acciones más.
Aunque las que más han llamado la atención fueron dos posibles penaltis a Gremio. Uno más claro que otro, el árbitro dejó continuar el juego y no consultó con el VAR si habían sido penas máximas. Todo ello, claro, provocó la ira de los jugadores locales.
El primero de ello fue a Ramiro. Se introdujo en el área tras una buena combinación y cayó derribado por los defensores de Lanús. Cierto es que ya se iba cayendo y que no tenía el control del balón en sus pies, pero sólo las repeticiones podían resolver la duda ante la maraña de jugadores en tan pocos metros.
El segundo es clarísimo. En una de las últimas jugadas del encuentro, Pasquini empujó a un jugador de Gremio para evitar que pudiera rematar el esférico.
Tras el polémico Lanús-River de semifinales, parece que el árbitro no quería meter en más líos en la Libertadores. Aunque fue él finalmente quien se ha metido en un lío.