Respuesta corta: no. Respuesta larga: no, con un pero. Si algo tiene el fútbol es que es apto para casi todo el mundo con un mínimo de coordinación ojo-pie. Pero una cosa es jugarlo con amigos, y otra muy distinta practicarlo de forma profesional. Y ahí Bolt flojea.
El atletismo tiene muchas ramas. Desde la explosividad de los 100 metros lisos a la tortura física que supone para el ser humano un maratón o los 50 kilómetros marcha.
Usain Bolt proviene de las primeras, las pruebas de velocidad explosiva. Especialista donde los hubiera en los 100 y 200 metros lisos, esas pruebas se caracterizan por una cosa: son unos de los ejercicios anaeróbicos por excelencia.
Esto es, un ejercicio físico donde prima la fuerza muscular a la resistencia. No hace falta tener un gran aguante, y el esfuerzo es llevado a cabo por los músculos en ausencia del oxígeno procedente de la respiración.
Bolt moldeó su físico de acorde a esas exigencias, una fuerza explosiva que le dio la capacidad de recorrer cien metros en menos de 10 segundos. Una habilidad que le viene muy bien al fútbol, si no fuera porque esos 100 metros luego hay que hacerlos a la inversa.
El fútbol es un deporte que mezcla a la perfección la resistencia física con los esfuerzos explosivos. Porque exige a los deportistas esprintar una y otra vez, casi sin descansos, durante una hora y media.
El cuerpo de un velocista no está adaptado para esa rutina de esfuerzos. Bolt tendría que trabajar su resistencia aeróbica para poder rendir sobre un terreno de juego.
Otro tema a tratar sería su destreza con el esférico, por no hablar de todo el aprendizaje de técnica y táctica que hay detrás.
Dicho de otro modo aunque sólo tiene 31 años, se le ha pasado el arroz para dedicarse profesionalmente al fútbol. Y si su cameo con el Borussia fue una campaña publicitaria, toca quitarse el sombrero, porque ha cumplido a la perfección con las expectativas.