Leo Messi es un hombre decisivo. Lo dice su currículo. Pero a veces, como en Mestalla, él solo no puede. El argentino siempre da la cara en los partidos a vida o muerte, lo dicen sus datos acumulados.
El delantero argentino acabó muy tocado en Sevilla. Por momentos extraterrestre sobre el campo, se volvió muy humano, como en Anfield, intentando digerir otro mal trago. Y es que no está acostumbrado a caer en encuentros así.
De hecho, tras 35 finales que ha disputado con las casaca de Barça y la Selección Argentina, la del Benito Villamarín se convirtió en la undécima que perdió. Es decir, se puede decir que de cada una que pierde, gana tres. Y sale prácticamente a gol por partido (31).
Siete de esos lamentos fueron en clave azulgrana, por cuatro de color albiceleste. Claro que la gran mayoría las ha disputado con su club.
Aunque la que perdió con Argentina ante Alemania en el Mundial de 2014 fue la peor de todas, la que le dejó la cicatriz más grande. El único gran título que le falta estuvo más cerca que nunca. Pero Gotze le bajó de la nube.
La más dolorosa en lo cuantitativo para Messi llegó cuando apenas aterrizaba en el primer equipo del Barça. El Sevilla le endosó un 3-0 en la Supercopa de Europa de 2006 que le vino bien para madurar.
Y en la que cayó de manera más contestataria tuvo al Real Madrid como verdugo. Fue hace casi dos años, en el debut de Valverde, con la Supercopa de España como escenario; los blancos fueron bastantes superiores tanto en la ida como en la vuelta.
Ya había caído en finales de Copa, dos veces, y de nuevo con el eterno rival como adversario. 1-0 en la de 2011, 2-1 tres años después. Eso sí, el saldo sigue siendo positivo: seis títulos, tres finales perdidas.
A la que le tiene cogida la medida es a la Champions. Se presentó en cuatro de ellas y todas se las llevó, por eso le duele especialmente lo de Liverpool. Arsenal, Manchester United, por dos veces, y Juventus saben perfectamente de ello.